Contra todo pronóstico, conocí a alguien el viernes. Una canadiense que recién regresa a su país la segunda semana de mayo.
Llamó mi atención desde un inicio: figura atlética, look "arty", cabello lacio y negro, y unos ojos preciosos. Me pareció tan guapa que cobardemente decidí esconderme en el otro extremo de la fiesta en la que estábamos. Mi pesimismo se había impuesto una vez más.
Sin embargo, lucía aburrida. Desde mi rincón podía ver cómo los chicos desfilaban por su lado obligándola a cambiar constantemente de grupo. Yo, por el contrario, aunque sin quitarle la vista de encima, andaba de lo más divertido con una pareja de amigos.
En algún momento terminamos en el mismo grupo. Cuando la tuve cerca no pude evitar sonreírle nerviosamente.
-¿Cuánto tiempo llevas en Lima? -le pregunté.
-Casi seis meses -me sorprendió-. Este mes acaba mi pasantía.
-Pues es una pena que recién te conozca -le dije. Ella asintió.
Dos personas más se acercaron y nos quedamos en silencio mirándonos fijamente. Al rato, estallamos en risas. Era evidente que teníamos ganas de seguir hablando.
-Deberías apuntar mi número -me dijo finalmente.
Uno de los tipos que estuvo tras de ella toda la noche se ofreció a llevarla a casa antes de que yo atinara a ofrecerme. Nos despedimos con la firme promesa de juntarnos esta semana.
Sé que no he sido un buen alumno, Hitch. Suelo ignorar tus consejos y hacer exactamente lo opuesto a lo que me recomiendas en cada oportunidad. Lo que pasó el jueves con Ximena es el mejor ejemplo. Y siempre echo todo a perder. Pero esta vez te prometo seguir al pie de la letra todas tus indicaciones. Aún no sé dónde llevarla ni cuándo llamarla. En realidad no sé nada de nada. Salvo que no quiero perder la oportunidad de salir con esta chica.
Un abrazo,
C.N.