23 de junio de 2009

Pisando tierra

-¿Cómo te fue con la chica con la que ibas a salir el sábado? -me pregunta Laura.
-Bien, pero no le veo mucho futuro al asunto -respondo-. Sigue saliendo con su ex novio.
-Mira, cualquier cosa es mejor a verte solo o dándole vueltas a tus ex.
-Es que temo que llevo todas las de perder -le explico-, es del tipo de chica del que me podría enamorar.
-Uhmmm, pues sí, complicado.
-Supongo que habrá que entrarle con pies de plomo.
-Amigo, a estas alturas -me dice con tonito aleccionador- a TODO hay que entrarle con pies de plomo.
-Qué esperanzadores son tus consejos.
-¡Realistas! -se queja.
-En fin, una vez más tendré que conformarme con ser el personaje secundario de la historia de otro.
-Qué se le hace -concluye-, nos tocó salir en las letritas finales de las películas.

Parece que hay gentes que nacieron para ser protagonistas y otras que nacieron para ser dobles en escenas de cama.

22 de junio de 2009

Apostando a perdedor

El sábado salí con Sandra. Nos encontramos en un café de Miraflores alrededor de las seis de la tarde. Llevaba el cabello desordenado, una bufanda azul y unos ojos color verde aceituna.

En lugar de café, pedimos cerveza. Mientras conversábamos, nervioso, no hacía más que pensar que tenía al frente a una mujer inteligente, divertida y, sobre todo, bastante loca. “Todo lo que alguien necesita para hacerme perder la cabeza”, me dije.

Después de la tercera ronda, decidimos caminar un poco. Las calles lucían vacías. A la primera curva, comenzamos a besarnos. Parecíamos dos pervertidos, mordiéndonos, tocándonos, buscándonos en la oscuridad, al margen de todo, muertos de risa y de ganas. Pero su celular nos detuvo.

-Lo siento, tengo que irme -me dijo.
-Era tu novio, ¿no? -pregunté.

Sandra bajó la mirada y guardó silencio por un instante. “Es un asunto complicado, C.N.”, musitó finalmente. Supongo que era el momento indicado para decir adiós, para dejar en claro mis pocas ganas de ser el personaje secundario de otra historia. Pero no dije nada. La dejé tomar un respiro y lanzarme una mirada firme y verde.

“Nos vemos en la semana”, se despidió dándome un último beso. Luego caminó apurada hacia el Ovalo de Miraflores donde seguramente la esperaba su novio. Inmóvil, la vi alejarse hasta perderse entre la multitud. Luego metí las manos en mis bolsillos y caminé en dirección contraria.

15 de junio de 2009

Silencio

Luder -el magnífico personaje creado por Ribeyro- se lamentaba de que la libertad no se pudiera compartir. Según él, toda compañía, por agradable que sea, implica una sesión. Así, sólo pueden ser libres los solitarios. When you got nothing, you got nothing to lose.

Pero la libertad se emparenta demasiado con el silencio. Ayer volví a pasar un domingo solo en casa, sometido a un ayuno involuntario de palabras. Sin conexión a Internet ni mensajes de texto; sin una sola llamada telefónica que me rescate del ostracismo absoluto. Una vez más, descubrí que no hay peor sonido que el mutismo de la soledad indeseada; ese rumor inquisitivo que se esconde detrás de las bocinas de los autos y el susurro de la televisión.

El silencio, después de todo, no es más que el ruido de la estática de nuestro aislamiento.

12 de junio de 2009

Cuando gano, pierdo

-Estoy tomándome un trago con Sandra, ¿te apuntas? -me escribió Ximena el viernes.

Días antes le había confesado que me gustaba su amiga y, en menos de una semana, me daba la oportunidad de conocerla. Un gestazo de su parte, sin duda. Después de todo -me dije- algo hemos madurado; hace algunos años hubiese sido impensable que Ximena, mi ex, estuviese dispuesta a presentarme a una chica. Pero ahora...

Les di el encuentro en el Dragón, cerca de la medianoche. Ximena me saludó con una sonrisa cómplice. Sandra parecía estar sobre aviso por su forma tan coqueta de hablar conmigo. Era como si ambas estuvieran tomándome el pelo.

-¿Juegas? -me dijo Sandra rozando sus labios con los míos mientras bailábamos.
-Seguro -respondí decidido.

Y así pasamos la noche: jugando en la pista de baile.

-No puedo creerlo, C.N.-me reclamaría Ximena al día siguiente-. Esperaba más de ti.
-¿Qué es lo que no puedes creer?
-Que estuvieras tras mi amiga en mi cara.
-¡Pero pensé que esa era la idea!
-Eres un idiota.

Corríjanme si hice algo mal porque no logro entender cuál fue mi error. He llegado a la conclusión de que, con Ximena, siempre me toca perder.

10 de junio de 2009

Capricho

-¿Has visto mis lentes? -le pregunto a una amiga con la que estoy de viaje-. Temo que los perdí.
-¿Qué? ¿De nuevo? -me resondra-. ¡Piensa, C.N.!

A ver: tenía los lentes puestos cuando salí del hotel; fuimos a tomar desayuno, luego de compras y, finalmente, a tomar unas cervezas. Podría haberlos olvidado en cualquiera de los sitios donde nos detuvimos. Y fueron varios.

-Bueno, al menos te compraste la casaca esa -me consuela mi amiga.

"Verdad, la casaca", me dije. Había visto esa casaca en la primera tienda que visitamos pero no me decidí a comprármela. Después de una hora y media, tras darle la vuelta a la ciudad, y a pesar de las burlas de mi amiga, me tomé un taxi de regreso para comprármela. Encaprichado, no me la había podido quitar de la cabeza.

-Sabes, después de todo, puede que no haya perdido los lentes -digo de pronto.

Subimos a la habitación del hotel, busco entre las bolsas de compras y saco la casaca. Como lo pensé: mis lentes están en el bolsillo izquierdo. Los había puesto ahí la primera vez que me la probé.

-¿Te das cuenta de que si no regresabas por la casaca, hubieses perdido los lentes? -me dice mi amiga soprendida.

Asiento divertido. Un capricho, en su justa medida, siempre es saludable.

5 de junio de 2009

Ese huirito

El sábado, cuando me aprestaba a vomitar en un baño público, mi celular saltó de mi saco al inodoro llevándose consigo toda mi agenda telefónica. El domingo y el lunes estuve con migraña; el martes, con insomnio. Como diría Sabina, ya sólo me faltaba tener un aborto.

Un amigo propuso recurrir a medidas alternativas: “Un huiro y vas a ver cómo se te quita el insomnio y la migraña”. El asunto no me pareció tan descabellado. El miércoles hice el intento. Armé una pava y la fumé con la misma dedicación de un científico que se inocula a sí mismo una bacteria peligrosa.

-Compadre, ¿anoche te pusiste a lavar tu ropa? -me pregunta al día siguiente el amigo con quien comparto departamento.
-Sí, creo que sí -balbuceé.
-¿Después de fumarte el porrito?
-Eh… sí -respondí avergonzado.
-¡Pero si eres el yonki más tonto de la historia! -se burló muerto de risa.

Nunca en mi vida había lavado mi ropa: mi mamá tenía razón, las drogas hacen daño.