28 de agosto de 2009

Conversación en la habitación

-¿Qué tienes? -me preguntó Sofía al notar mi desánimo al final de un largo día de trabajo.
-A veces siento que no soy bueno para nada en particular -respondí.
-Eres bueno en tu trabajo.
-Soy un fraude, en realidad. Una mala combinación del talentoso señor Ripley con el cobarde Robert Ford.
-No digas eso.
-Además, odio mi trabajo -me quejé.
-Pues yo creo que eres bueno en muchas cosas -intentó animarme Sofía-. Por ejemplo, escribes bien.
-Pero no tengo talento. Nunca seré realmente bueno. Como tampoco lo seré en el dibujo o en la música -me lamenté-. Me siento como la hermana menor de Diane Keaton en Interiores.
-Escúchame -me interrumpió Sofía-: tú eres de esa clase especial de personas que son buenas siendo buenas. Es un don que muy pocas personas tienen. Deberías sentirte orgulloso por eso.

No supe qué responderle, sus palabras me habían desarmado de todo cinismo. Me acerqué a ella y le di un largo beso en los labios abrazándola fuertemente. Con suerte, la próxima vez me dice que soy bueno en la cama.

25 de agosto de 2009

Mi novia Polly

Sofía dice que en el mundo existen dos tipos de personas: los Feffer y las Polly. Los Feffer son seres neuróticos, obsesionados con el orden, la limpieza y la salud. Debido a su gran aversión al riesgo, su vida transita de la manera más metódica y segura posible. Cuando salen de su casa, nunca olvidan los preservativos.

Las Polly, por el contrario, son seres descuidados que van por la vida sin mapas ni derroteros. Cambian de domicilio constantemente, tienen como mínimo un par de tatuajes y creen que los hurones pueden ser buenas mascotas. Cuando salen de su casa, siempre olvidan ponerse la ropa interior.

Sofía dice que soy un Feffer. Pensaba contradecirla y escribir, por ejemplo, que soy un Polly vestido de Feffer. Pero anoche, en la cama, antes de dormir, me descubrí planificando este post mentalmente. Palabra por palabra.

20 de agosto de 2009

Just in time

Eran casi las once cuando desperté. Asomaba un día frío pero luminoso por la ventana. Sofía ya se había levantado de la cama y corría en ropa interior por la casa buscando quién sabe qué. Cosas de chicas, me dije. Me vestí, arrastré mi pereza hasta la sala y me dejé caer en el sofá encendiendo un cigarrillo.

-Así que eres de los que fuma por las mañanas -me dijo Sofía deteniéndose por un segundo al verme.
-Sólo cuando estoy de viaje -le respondí.

Sofía me miró extrañada y volvió a su rutina. Me hubiera gustado explicarle que aquellas dos semanas con ella habían sido una especie de viaje para mí. Un viaje a París, a Hong Kong, a New York. Pero seguramente habría arruinado el momento. Preferí hundirme en el sillón y mirarla hacer sus cosas con una gran sonrisa en los labios. Baby, you're gonna miss that plane.

12 de agosto de 2009

Primeras instantáneas

Acabo de caer en cuenta que es poco lo que sé de Sofía: que vive en una calle tranquila, en una casa de una sola ventana, que tiene un sillón violeta, un ropero blanco y una pizarra de corcho, que le gusta salir a comer y que a veces toma vino en la cama. También sé que esconde la mirada si la observas fijamente, que tiene una sonrisa tierna capaz de revelar todo aquello que su timidez quisiera ocultar, y que le gusta besar casi tanto como escribir.

No es que me gusten las cifras, como diría el Principito criticando a las personas mayores. No me interesa saber cuánto gana, cuánto pesa o a qué edad fumó su primer cigarrillo. Para nada. Pero hoy he descubierto que no sé cuál es su color favorito ni cuál es su segundo apellido. Tampoco sé si le gustan los poemas de Kavafis, las novelas de Flaubert o las canciones de Bruce Springsteen, y si, como yo, quiere ser feliz de una manera pequeña.

Anoche le hice notar que nunca preguntaba nada sobre mí. Sofía respondió que ya se enteraría con el tiempo. Me pareció lindo aquello. Sólo espero que nunca se pregunte quién es ese extraño junto al cual acaba de despertar.

5 de agosto de 2009

Wonderland

Hubo un largo silencio que intenté ocultar dando un nuevo sorbo a mi copa y recostándome muy despacio en el sofá. A mi lado, inquieta, Sofía dibujaba circulitos sobre sus rodillas con la mirada enterrada en el piso. Su vestido había vuelto a desabotonarse contradiciendo toda su timidez. Se veía tan pequeña y quebradiza bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana que podría haber pasado la noche observándola sin decir una palabra.

-Pareces una niña, ¿sabes? -le dije finalmente acariciando su cabeza.

Sofía levantó la mirada y me regaló una expresión dulce y tierna como el botón de una flor que se abre. Era una de sus sonrisas empapadas en pecas. En ese instante, me incliné hacia ella y la besé.

3 de agosto de 2009

Máximas de Confucio

En cierta ocasión, un discípulo sorprendió a Confucio preguntándole: "¿Cómo diferenciar a un hombre optimista de uno pesimista?". El maestro, tras reflexionar por unos instantes, respondió: "El optimista siempre lleva preservativos a su primera cita".

Yo soy de los pesimistas.