31 de julio de 2009

Invitación solemne

Se invita a todos los interesados a la misa conmemorativa por el primer aniversario del presente blog, la cual se llevará a cabo el día de hoy, viernes 31 de julio, a las 17.30 horas, en el Auditorio del Colegio Ginecológico del Perú (sito en Calle Océano Ártico Nº 261 - Urb. Sta. Constanza - Lima 33 / Alt. 41 de la Av. Javier Prado Este).

Terminada la liturgia, sírvase pasar a consulta.

La Administración

30 de julio de 2009

Periferia

-Eres el amigo de Julio que le ha caído mejor a mi mami- me comentó la esposa de un amigo a los pocos días de una reunión en su casa.
-Debe ser porque no abrí la boca en toda la noche -bromeé.
-Quizá -respondió entre risas-. Dijo que había demasiado egocéntrico buscando ser el centro de la atención.

Reconforta saber que algunas personas todavía valoran a los que sólo aspiramos a estar en la "periferia de la atención".

28 de julio de 2009

Patria

"La patria es todo lo que te rodea, todo lo que te ha criado y alimentado, todo lo que tu amas, estos campos que estás viendo, estas casas, estos árboles, esas muchachas que pasan y ríen, eso es la patria. Las leyes que te protegen, el pan que compras con tu trabajo, las palabras que intercambias y la alegría y la tristeza que te llegan de los hombres y las cosas entre las que vives, eso es la patria. El cuartito donde antaño veías a tu madre, los recuerdos que ella te ha dejado, la tierra donde ella reposa, eso es la patria. La vez, la respiras por doquier. Imagínate todos los deberes y derechos, necesidades y afectos, recuerdos y gratuitudes renidos bajo un solo nombre y ese nombre será la patria".

Vincent van Gogh, "Cartas a Theo".

27 de julio de 2009

Medio vaso con agua

Salí de mi reunión con una botella de pisco, un billete de cien dólares y una nueva promesa de pago por los novecientos restantes. Luego, bajo una molesta garúa, intenté en vano comunicarme con una amiga que, nuevamente, parecía haber olvidado que habíamos quedado en tomar un café. Dos veces timado, me eché a caminar.

Barranco había sido tomado por gente insufriblemente linda y feliz, y sus bares desbordaban de chicos y chicas vestidos de viernes por la noche. Di varias vueltas, sin rumbo fijo, con la vaga esperanza de encontrar a alguien conocido. La tarea era intrinsecamente inútil: no tengo nadie a quién buscar. Finalmente, convencido de que estaba a un paso de convertirme en Billy Crystal en la penúltima escena de Cuando Harry conoció a Sally, decidí volver a casa.

Estaba en eso cuando reconocí a alguien. Era nada menos que la chica con la que había pasado las últimas noches conversando por el chat. Avanzaba apurada y distraída con una amiga por la misma acera que yo, sólo que en dirección contraria a la mía. Esbocé la mejor sonrisa que permitió mi estado de ánimo y la miré a los ojos. Pero pasó a través de mí como un fantasma en medio de la noche. Definitivamente, no era mi día.

Sin embargo, a media cuadra de mi edificio, la alarma de mi celular me despertó. Abrí la botella de pisco y le metí un gran sorbo. Luego, la dejé en el piso, encendí un cigarrillo y me puse saltar entre los adoquines de la vereda cual rayuela.

Después de todo, recién acababan de dar las doce.

23 de julio de 2009

Alienación

Hoy, como todos los días, el señor Conejo despertó a las siete. Maquinalmente cogió el despertador, aplazó la alarma hasta las siete y media, y volvió a dormirse. A esa hora cambiaría la alarma para las ocho.

A las ocho y diez, el señor Conejo despertó sobresaltado. Sabía que llegaría tarde al trabajo. Se duchó rápidamente, se vistió de negro y desayunó la primera migradorixina del día. El señor Conejo llegó a su oficina con veinte minutos de retraso.

Durante la mañana el señor Conejo redactó dos cartas, un memorando y tres correos electrónicos. También recibió una llamada telefónica de su banco para renovar su tarjeta de crédito.

Mientras revisaba sus estados de cuenta, el señor Conejo encontró un cuento que había escrito varios años atrás. Como sólo tenía tres páginas, decidió leerlo. Aunque en términos generales el señor Conejo se sintió satisfecho con el resultado, pensó que todavía necesitaba algunos cambios. Dobló el papel en cuatro y lo guardó sigilosamente en su agenda.

A la una y cinco, el señor Conejo salió a almorzar. Lo acompañó el practicante de la oficina que está al final del pasillo. Ambos ordenaron lo mismo: crema de espárragos, lomo saltado y arroz con leche. Si bien el señor Conejo gana doce veces más que el practicante, cada uno pagó su cuenta.

Ya por la tarde, el señor Conejo revisó los documentos relativos a la reunión que tenía programada para las cuatro. La mayoría eran cuadros estadísticos y proyecciones de gastos corrientes. El señor Conejo realizó varias anotaciones al margen y resaltó algunas cifras con un plumón amarillo.

La reunión duró una hora y catorce minutos. El señor Conejo habló poco y utilizó tres veces la palabra “contrapartida”. Todos quedaron conformes con sus observaciones. Se acordó que sea el señor Conejo quien reformule el proyecto mañana.

Levantada la reunión, el señor Conejo se excusó y se retiró de la oficina antes de su hora de salida. Tras varias vueltas por San Isidro, el señor Conejo entró a un café y se sentó al lado de la ventana. No ordenó nada.

A las siete, el señor Conejo tomó un taxi al parque Kennedy. Al bajar, compró una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike y enrumbó hacia la sala Raúl Porras Barnechea. Sin embargo, no entró.

De regreso al parque, a la altura de José Gonzales, el señor Conejo sintió que el nudo de su corbata lo asfixiaba, que su terno le apretaba los hombros y que el sonido de sus zapatos lo ensordecía. Ante ello, el señor Conejo decidió cambiar de rumbo y apurar el paso.

El señor Conejo llegó a su casa a las ocho y seis. Tomó una migradorixina que le supo a tabaco y se sentó en el sillón crema de dos cuerpos que tiene ubicado frente a un cuadro de gran formato. En silencio, el señor Conejo examinó su rostro y arrancó cuatro vellos de su barba y dos de su bigote. Luego se deslizó hacia la radio y la encendió. “Waldo Jeffers had reached his limit”, recitó John Cale mientras el señor Conejo se recostaba en el piso cerrando los ojos.

A la medianoche, el señor Conejo despertó convencido de que todo había sido un mal sueño. En el sueño, él vivía una vida que no era la suya. Sin embargo, pronto el señor Conejo se descubriría en saco y corbata.

20 de julio de 2009

Sobrina adolescente

-¿Y qué opinas del nuevo Gabinete? -le pregunto a mi mamá durante el almuerzo del fin de semana.
-¡¿Sacaron a Yehude Simon?! -nos interrumpe alarmada mi sobrina de quince años.

-Sí, Velásquez Quesquén es el nuevo Presidente del Consejo de Ministros -le explico.

-¡Qué desgracia! -se lamenta.
-¿Desde cuándo te interesa la política?

-No me interesa -responde preocupada-: Es que ya jalé mi examen de educación cívica.

17 de julio de 2009

Rezo por vos

Los Yoshimoto se mudaron a mi barrio a inicios del verano de 1998 y se instalaron en el tercer piso de la casa roja que estaba al otro lado de la calle. La hija menor de la familia, de sólo 17 años, era una chica atlética y risueña a la que yo solía espiar desde mi ventana todas las mañanas cuando salía de su casa para ir a sus clases en la academia.

-Una japonesita linda que se ha mudado frente a mi casa -le conté a Milagros, una vieja amiga del barrio-. Todas las mañanas muero un poco al verla pasar con sus shorts playeros.
-¿En la casa roja? -me sorprendió-. Pero si es Rocío, ¡mi mejor amiga del colegio!

Milagros me hizo el milagro esa misma tarde. Fuimos a buscar a Rocío y nos sentamos a conversar en la escalera que conducía a su departamento. Rocío parecía encantada de mi buen humor. Y yo, para serles honesto, de sus largas piernas.

-¿Me acompañas a misa el domingo?- me preguntó ese día al despedirnos.
-Sí, claro, paso por ti a las seis y media- respondí automáticamente.

Milagros, que sabe que soy ateo, se sonrió. Pero ya lo dijo Groucho Marx: Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros.

Acompañé a Rocío a la iglesia todos los domingos de aquel verano. Recé, canté, comulgué. Sólo me faltó hacer la confirmación. Mas todo fue un esfuerzo inútil: Rebeca me había dejado muy maltrecho. Con la autoestima por los suelos y, ya de por si, bastante tímido, no me atreví a robarle un beso siquiera.

Una tarde, cuando agonizaba el verano, pude ver desde mi ventana cómo un vecino trababa conversación con ella mientras paseaba a su perro. Los vi sentados en la escalera de su casa todas las tardes de aquella semana.

El domingo siguiente, me quedé en casa.

14 de julio de 2009

Conversación occidental

12:28 AM Sandra: hola… cómo estás?
me: bien, ¿tú qué tal?
12:29 AM Sandra: bien, igual... qué hiciste hoy?
me: temprano salí a dar una vuelta por el malecón
12:30 AM almorcé en casa de mis papás
luego fui al CCPUCP a ver una película de John Cassavetes
y ahora ando pegado de un disco que compré ayer
12:31 AM Sandra: buen día hoy, entonces
me: supongo
aunque es casi mi rutina de los domingos
12:32 AM Sandra: ah, bueno
y qué disco escuchas?
12:33 AM me: el Amor Amarillo de Cerati
12:34 AM Sandra: qué paja
me: sí, buen dato, gracias. Ayer fui a buscar un disco de Neil Young y salí con ese
12:35 AM Sandra: qué bien!
me:
12:36 AM Sandra: qué occidentales tus días!

Me mató. A ver si alguien me ayuda con la traducción: ¿qué carajo es un día occidental?

12 de julio de 2009

Domingo, 4:00 a.m.

Escribo esto con demasiadas cervezas encima. Con sueño. Con pena.

Hoy fui a la fiesta de Sandra. Me saludó, me abrazó, me sonrió. Estaba más linda que nunca. La amiga que llevé me dijo: "me parece súper chévere, súper atenta". Y, sí, lo fue. Lo es. Pero no estaba sola. Estaba con él. Y a las dos de la mañana los vi acercarse, los vi cogerse la mano, los vi besarse. Y también: me vi encogerme, me vi sonreír nerviosamente, me vi intentar -en vano- mantener la compostura.

Lo sé, me dijo que salía con alguien más. Pero, igual, qué difícil es perder. Hasta para un perdedor como yo.

9 de julio de 2009

Génesis

En el principio buscó C.N. un techo y una barra. Y a las ocho de la noche Ayahuasca estaba desordenada y vacía. Y dijo C.N: "sírvame un pisco sour". Y vio C.N. que el pisco sour de uva y camu camu era bueno y justo, y pidió otro. Y otro.

Y dijo C.N.: "no es bueno que el hombre esté solo". Y llamó C.N. a una amiga que estaba en el centro de Lima y fue a su encuentro. Y en El Directorio bebieron y bailaron según su naturaleza, y se besaron según su naturaleza. Y vio C.N. que sus caricias eran buenas y justas. Y dieron las doce.

Y dijo C.N.: "partamos hacia el Yacana". Y vio C.N. que en el Yacana todo es chévere: la música, el chofer y el cobrador, y se quedaron. Y unos daneses se les acercaron y les preguntaron: "do you speak english?". Y dijo C.N.: "wash-and-wear!". Y compartieron bebidas, cigarrillos y abrazos. Y dieron las cuatro.

Y dijo C.N.: "te llevo a tu casa", pues vio C.N. que su amiga estaba demasiado ebria como para no ir preso por llevarla a otro lado. Y ella se entercó en seguir bebiendo en un bar de metal donde nada era bueno ni justo. Y un metalero preguntó a C.N.: "¿eres emo?". Y vio C.N. como el hombre levantó amenazante una silla con sus dientes. Y la amiga evitó la matanza presentándolo como su novio. Y todos bebieron y cantaron hasta que salió el sol.

Y así acabó C.N. su sábado por noche: a las siete de la mañana del día sétimo. Y reposó todo el santo día.

7 de julio de 2009

Paradoja

¿Han notado que cuando un hombre cancela a sus amigos por una mujer no hay mayores resentimientos, pero que cuando esa mujer es su novia o su esposa no tiene perdón?

Para ser que, al menos entre el género masculino, la trampa tiene más aceptación que la firme.

6 de julio de 2009

Viento en proa

El viernes por la noche, cuando me aprestaba a ir al encuentro de Sandra, recibo el siguiente mensaje de texto: "Lo siento, no voy a poder salir. Algo urgente. Tal vez mañana. Si puedes, avisas". Creo que ni Tarzán hubiese sido más telegráfico. Como diría mi madre, me dejaron vestido y alborotado.

A pesar de todo, el sábado, luego de darle muchas vueltas al asunto, decidí intentarlo de nuevo. Esfuerzo inútil pues ni siquiera se dignó contestar su teléfono. Una vez más me sentí el pobre idiota que soy.

Recién anoche Sandra volvió a dar señales de vida:

"Hey, sorry por no responder. He estado metida en mil cosas desde el jueves. ¡Me desconecto terriblemente! Espero que hayas pasado un fin mostro y que te hayas divertido en tu concierto. En fin, ojalá te animes a pasar por la fiesta pro fondos de la otra semana".

Algo me dice que con esta chica no hago más que perder mi tiempo.

3 de julio de 2009

Escozor

-Doctor, ¿qué cree que tenga? -le pregunto al anciano dermatólogo que me atiende.
-Parece ser una reacción alérgica.

Lo sabía, se jodió mi hígado, mi estómago, mi sistema endocrino. Ya me lo había advertido mi jefa, no debes tomar tan seguido, C.N.

-Usted ha desarrollado una alergia a su jabón -me corta de pronto todas mis divagaciones.
-¿Ah?
-Sí, ¿qué jabón usa? -me pregunta inquisidor.
-Eh… cualquiera -le respondo confundido.
-¡¿Cuál está usando ahora?!
-Bueno, Neko.
-¡Mal! -reniega-. Veneno, sí, veneno, así debería llamarse ese jabón.
-La verdad es que últimamente he estado viajando mucho y he estado utilizando esos jabones que dan en los hoteles.
-Pues a partir de ahora va a usar el que yo le diga -me advierte y se sienta a llenar mi receta médica.
-¿Eso es todo?
-¿Y qué espera? -me increpa con el peso de sus ochenta años.
-Digo, ¿seguro que no es un problema hepático o renal?
-Seguro.
-Mire que me han salido unas aftas en la boca…
-Ya le expliqué que eso es otra cosa -me interrumpe.
-¿Y la herida en el cuero cabelludo? Ni que me lavara la cabeza con jabón.
-Coincidencia, hombre. ¡Coincidencia!

A ese doctor no le entraban balas. Mi hipocondrismo araba en el mar. Me recetó una crema para bebés y un estúpido jabón de glicerina que mi seguro no quiso pagar. Al menos me quitó el escozor. Eso sí, la próxima vez que la recepcionista me pregunte con qué médico deseo atenderme, no vuelvo a responder: “con el de más experiencia”.

2 de julio de 2009

Peligro de incendio

Despacio, dibujo el contorno de tu rostro con un dedo que, travieso, de un brinco se desliza por tu nariz hasta tu boca. Lo besas y lo dejas caer por tu mentón para recorrer tu cuello en una curva cerrada y peligrosa que termina en el borde de tu blusa. Dudo. Pero tú tiras mi mano hacia abajo y, cual niño explorador, hundo mi dedo en tu ropa interior.

Por debajo de la mesa tus piernas se estiran rodeándome. Mis manos recorren lentamente tus pantorrillas, tus piernas, tus muslos. Tú te inclinas hacia mí y aprietas tu nariz contra la mía, retándola. El verde, tu verde, lo invade todo. Puedo sentirte respirar. Una viborilla juguetona escapa de tu boca felina y recorre mis labios sin dejarse atrapar. Luego te alejas y sonríes con esos ojos de Medusa triunfante frente a los cuales, lo sé, no tengo oportunidad.