Paseo matutino por el malecón. El cielo no existe. Y en el suelo, agua y barro. Verano meón sin chicas en falda corta. ¿Alguien sabe cómo anda el clima en Copenhague?
Información para los turistas: Lima está a cincuenta metros sobre el nivel del mar, arriba del acantilado. Abajo: sólo la autopista, los surfers y, por las noches, las chicas de la vida alegre. Y, claro, el mar. Para Lima el Océano Pacífico es sólo un rumor. Un mar que no se ve pero se intuye. Como aquello que no decimos en un post.
Retomando: ahora sí que se jodió el planeta, Zavalita. Eso entre otras tantas cosas. Habría que caminar de espaldas por el malecón. A lo mejor hasta nos devuelven los pasos. Aunque dime, con honestidad, ¿sobreviviremos? Ya sé, olvídalo: el bochorno… ay, el bochorno. Y, así, cualquier otro tema. Por ejemplo, algo sobre el clima o esa idea tan bonita sobre los árboles que nos miran con envidia. Todo vale. Menos nuestros nombres.
Sigue lloviendo. Cada vez más fuerte. Es como si Lima -costanera, capitana, cucufata- hubiera aprendido a somatizar mi pena.