29 de septiembre de 2008

Curitas para el alma

VIERNES [noche]

Se cancelan las "Noches Mutantes". Problemas técnicos con el local. Mutar: cambiar, evolucionar, alterar tu estado. Justo la fiesta que necesitaba.

SÁBADO [mañana]

-Concéntrate en tu tercer ojo- me dice el profesor mientras golpea con su índice el punto medio entre mis cejas.

Pienso en Woody Allen, en mis pastillas para dormir, en el Ojo de Thundera, en Homero Simpson encerrado en una cabina de relajación. Me cuesta llevar el ritmo de la clase; no sé nada de chakras ni de asanas. Todos los demás parecen jodidamente concentrados. Lo intento nuevamente: aparece el jueves, Sonia, El Dragón... Felizmente una campanita me indica que es momento de abrir los ojos.

SÁBADO [noche]

Recorro los jardines de la Casa Túpac sin rumbo. No sé por qué he venido. No tengo dinero y casi no me detengo en los puestos de ropa, que son la mayoría. Unos chicos simulan con la boca el sonido de una caja de ritmos y me detengo a verlos. Me doy cuenta de que estoy parado en el medio del ingreso a la feria. Pienso: si Sonia apareciera, no tendría oportunidad de evitarla. Y hullo.

Avanzo hasta un puesto de prendedores. Los hay de todas las formas: bocas, conejos, bananas, gatos, caracoles. Busco, sin suerte, alguna imagen triste.

DOMINGO [tarde]

Despierto al mediodía. Me siento cansado, me he acostado casi a las seis de la mañana. Igual me ducho y parto a la casa de mis papás. El menú dominguero en casa es el mismo del día anterior: lentejas y croquetas de atún. El arroz también es recalentado. Almuerzo sin ganas y luego me hundo en el sillón de la sala a leer El Comercio, en silencio.

Antes de emprender mi regreso el perro rompe una maceta. Mi sobrino de tres años corre tras él, molesto, y le suelta un "cradajo". Todos reimos. Luego se me acerca y me dice bajito: -¿Ya te sientes mejo', tío? ¿ya no 'tas tiste?-. Y me abraza. No sé qué decirle. Yo también lo abrazo fuerte y me entran ganas de llorar.

25 de septiembre de 2008

Cerca de la revolución

Me quedé dormido, he llegado a mi oficina casi a las 10 de la mañana. Felizmente Lima es una lágrima y ante cualquier retraso uno puede excusarse con un simple: "Lo siento, el tráfico está imposible". Es la coartada perfecta. Mi jefe, como supuse, ni se inmutó.

No recuerdo una Lima tan intransitable. Ni en las peores épocas del terrorismo. Como si no bastaran las improvisadas obras de Sedapal, el cierre del carril central de la Vía Expresa, los semáforos malogrados, las combis asesinas, los mototaxis que nunca frenan en los cruces, los peatones suicidas, las rejas, los huecos y los rompemuelles, nuestras autoridades han decidido reparar todas las calles al mismo tiempo. Cierres que se ejecutan todos los días y que pueden durar varios meses. El caos vehicular generado es de tal magnitud que dudo que esta ciudad siga siendo la misma una vez concluidos los trabajos. Y es que el limeño promedio, tímido y pusilánime por excelencia, empieza a despertar -por fin- sus peores demonios. El caos comienza a internalizarse.

Ayer vi a un tipo voltear a la izquierda en una avenida principal, donde estaba prohibido, en la cara de una mujer policía. Ella se hizo la desentendida y siguió conversando por su RPM [por cierto, ¿a quién se le ocurrió la genial idea de darles celulares? ¿pensaron que iban a coordinar el tráfico en lugar de comentar la novela?]. Más adelante, en la Vía Expresa, el conductor de mi taxi decidió evitarse la cola de autos y se metió al carril central que aún no se estrena. Cuatro taxis más lo siguieron. Me contó que ahora siempre se mete en contra cuando ve congestión vehícular porque la policía nunca lo detiene. Y si lo multa, pues no paga. Un amigo me contó algo parecido: lo detuvieron el sábado por manejar en contra y él argumentó que pensó que se trataba de un desvío. El policía lo dejó ir. La mejor hasta ahora: "Baja paradero prohibido", que escuché gritar al cobrador de una combi en la que viajaba hace un par de días.

Debo confesar que las bocinas de los autos han dejado de molestarme. Han hecho surgir el anarquista que llevo dentro. Cuando las oigo, recuerdo a Charly.

11 de septiembre de 2008

Te pareces a...

-Vos sabés que te parecés mucho a alguien famoso, ¿no? -me dice una argentina que conocí hace poco.
-¿En serio?
-Pero es que te lo tienen que haber dicho antes.
-... bueno, sí, algo me han dicho...-admito balbuceando.
-¿Sí? -interviene otra amiga-. Es que yo soy muy mala para estas cosas. ¿A quién se supone que te pareces?
-Al cantante de Bacilos -digo bajando la voz y avergozado.
-¿A quién? -me responden ambas en coro.
-¿No te referías a él?
-Pero si ni siquiera lo conozco -dice la argentina entre risas.
-¿A Gastón Acurio, entonces? -me lanzo tratando de adivinar.
-Ja, ja, ja. Noooo... ¡Al Che Guevara!

Por más que me miro al espejo no me encuentro nada del guerrillero, la verdad. A lo mejor me lo dijo por la barba. Parafraseando un chiste de Quino: yo sólo quería parecerme a mí.

8 de septiembre de 2008

Primeras lecciones

Mi primer beso lo recibí a los 13 años jugando a la botella borracha, en la azotea de la casa de una amiga.

La botella borracha era el pasatiempo preferido de mi barrio en aquellos días de apagones, formadores y acné. En poco tiempo había desplazado al mata-gente, al bata, al kiwi, y a los demás juegos de infancia. El castigo más recurrente, por supuesto, eran los besos. Así que, técnicamente, había besado a casi todas las chicas del barrio antes de aquella tarde en la azotea de Valeria. A pesar de ello, cuando Bruno sentenció que Sara debía darme un beso mi corazón comenzó a latir tan fuerte que podría decirse que sabía mejor que nadie lo que significaría para mí ese castigo.

Sara se levantó y se arrodilló a mi lado con una sonrisa dulce y tímida. La imité en silencio colocándome frente a ella con las manos en mis rodillas. Temblaba. Sus ojos grandes y negros siempre me habían puesto nervioso. Sara se inclinó lentamente hacia mí y empujó sus labios contra los míos. Sentí la humedad de su aliento. Sentí una culebrilla traviesa explorar mi boca grácilmente intentando dominarla por completo. Era la sensación más hermosa del mundo. Su lengua y la mía ejecutaban a la perfección una danza desconocida, ajena a todo aquello que nos rodeaba en ese momento. La felicidad -recién lo entendía- podía beberse de los labios de una mujer.

-¡Oigan! ¡Estos dos se están besando de verdad! -gritó Bruno arruinándonos el momento. Lo odié con todas mis fuerzas.

Sara se levantó y volvió a su sitio. Al rato dijo que tenía que regresar a su casa y se fue.

La volví a ver unos días después en casa de Valeria. Esa tarde también jugamos a la botella borracha pero los besos de verdad esta vez no fueron para mí. Fueron para un chico piurano que se mudó a mi calle un par de años antes. La vi besarse con él como quien ve a otro ocupar su lugar. Y por primera vez en mi vida fui infeliz.

La tristeza también se escondía en los labios de una mujer.

3 de septiembre de 2008

La linfómana aguada

-Tengo un grave problema... creo que sufro de linfomanía aguada -me escribió muy temprano Andreíta.

Qué diablos es "linfomanía", pensé. Y, además, aguada. Googleé la palabra pero no hallé nada. Tampoco la encontré en la página de la Real Academia Española. Temí que podría tener algo que ver con su sistema linfático, de ahí lo de aguada. Además, por algún lado leí que el linfoma es un tipo de cáncer que se inicia en el tejido linfático [sic].

-Pucha, ¿no sería mejor que vieras a un médico? -respondí preocupado.
-Tú estás loco, ¿no? Sólo necesito tu colaboración, querido.
-Un médico para que te diagnostique el línfoma -insistí.
-¿Quieres que un médico constate que soy una ninfómana? ¿no te lo demostré anoche? ;-)

Recién ahí entendí el mensaje. Me sentí tan avergonzado que empecé a reirme como un loco en la oficina. "¡Una ninfómana aguada!", pensé, y festejé la ocurrencia. La noche anterior habíamos tomado tanto ron (del bueno) que no habría mejor forma de calificar nuestro encuentro: aguado. Aunque nuevamente una errata me estaba jugando una mala pasada:

-Perdón, quise decir AGUDA. Porque de aguada no tengo nada desde que voy al gimnasio, jajaja -me explicó-. Pero insisto, lo de ayer me ha dejado toda alterada, por decirlo de alguna manera...
-Pues si necesitas "desalterarte" más seguido sólo tienes que decirlo, mujer. Porque la mala noche a mí me ha sentado muy bien.
-Creí haberlo dicho ya, chico. Te relajaste tanto que hasta lento estás -me mató-. Nos vemos pronto... chau.

Hay veces en las que parezco nuevo, carajo.

2 de septiembre de 2008

Tres al hilo

i) Un amigo de la oficina me contaba durante el almuerzo que más tarde iba a salir con una chica que conoció en su diplomado. Ella no sabe que está casado y su esposa no sabe nada de esta salida. -Con suerte llego tarde al trabajo mañana- me dijo, buscando una sonrisa cómplice en mí.

ii) Ayer por la tarde me tomé un café con una amiga de la universidad que trabaja a unas pocas cuadras de mi oficina. Me contó que frente a la suya han abierto un hostal bastante económico, por decir lo menos. La semana pasada fue dos veces con un compañero de trabajo aprovechando la hora de almuerzo. -No me queda otra -me comentó- es la única hora en que puedo tirar con él sin llamar la atención de mi gordo.

iii) Un tercer amigo me confesó anoche que engaña a su novia de tres años con una chica que acaba de conocer en una discoteca hace dos semanas. Él sí le contó que se casa en enero. -Lo mejor en estas cosas es ser sincero- sentenció.

Tres historias en menos de dos días. Y de gente como cualquiera. Lo peor es que ya ni me sorprende. Sólo me queda una inquietud: si tantas personas engañan a sus parejas "exitosamente", ¿no es iluso que la gran mayoría de personas crea que sus novios y novias les son fieles?