30 de diciembre de 2009

1986

¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…! ¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…! Es un grito largo, cansado, ausente, sin convicción, como el rumor de las beatas saliendo de misa de gallo. ¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…! ¡Mariposas…, tronadores…! Dos chicos preguntan: ¿calaveras? Calaveras a cincuenta céntimos. Compran. Luego colocan papel periódico dentro de una llanta vieja y le prenden fuego. Arde La Victoria. ¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…!

-¡Cierra esa ventana, niño! Todo se llena de humo.

Mamá Concho sale de la cocina vestida de grasa de pavo y me obliga a cerrar la ventana. Después, paciente, me explica que cuando la aguja grande del reloj alcance a la pequeña será navidad. Dulce navidad. Y recién entonces podremos encender la corona de adviento, hacer una oración por los que no están, y abrir los regalos.

-Y despreocúpate, niño, que tú papá ya debe estar por llegar con tus hermanas –me dice antes de irse a terminar de la cena.

Sí, despreocúpate, niño. Ve con tu mamá al cuarto de la abuela. Despreocúpate, pregúntale que te van a regalar por navidad. ¡Mamá, Mamá...!

Mamá está ocupada. Lee el rosario a oscuras, casi en silencio. Cada vez que desliza una cuenta, apenas si murmura una oración. Y a ratos llora. Debería decirle: despreocúpate, mami, ya llega mi papá. O tal vez: despreocúpate, vamos a comer puré de manzana delicioso de Mamá Concho. Pero tengo miedo. De sus rezos, de sus llantos. De esta casa que huele a cañerías, a agua de florero. De este barrio peligroso donde todo explota, donde todo se viene abajo, donde no puedes salir a la calle, donde los perros no paran de ladrar.

Arde La Victoria. La aguja grande ya debe haber alcanzado a la pequeña. Mi papá no llega. Mi mamá llora de nuevo. Y afuera alguien grita: ¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…! ¡Cuetecillo, ratablanca, silbador…!

26 de diciembre de 2009

Setenta veces siete

Engreído
Egocéntrico
Inseguro
Inmaduro
Orgulloso
Complicado
Raro
Bipolar
Acomplejado macho chauvinista
Pobre tarado
Pelele
Falso
Hipócrita
Idiota
Infeliz
Pendejo
Cobarde
Imbécil
Patán
Mal parido
Hijo de puta
Perro
Ruin
Eres de lo peor
Poco hombre
No vales la pena

21 de diciembre de 2009

Constant concept

Portazo. Dos perros callejeros huyen asustados y se pierden al final de la calle desierta abriéndose paso entre los autos estacionados. De los postes cae una luz tenue como una garúa. Siento una brisa tibia en las mejillas. En lo alto, las palmeras se agitan levemente como diciendo adiós. Adieu tristesse. Bonjour tristesse. La ciudad duerme. Son casi las dos de la mañana. Mis pasos resuenan sobre el asfalto como en una película de vaqueros.

Detrás de la ciudad, el Océano Pacífico. Detrás de los edificios, el mar. El cielo está despejado hoy. Se acerca el verano. Arriba, la Cruz de Chorrillos se impone sobre el malecón como un faro que guía a los navegantes hasta la entrada de un puerto inexistente. Debajo, el agua arrulla su luz y la devuelve al cielo en ofrenda. Es un espectáculo hermoso y triste a la vez. Habría que buscar una botella donde esconderse y lanzarse al mar.

Cae el amanecer. Baja de los árboles antes que de las montañas. Trina. El malecón, sin embargo, continúa desierto. Sólo el mar, los pájaros y yo. Saco de mi bolsillo un papel arrugado y lo estiro contra mi cuerpo. Querida Sofía. Tiemblo. No quise hacerte daño. Y en mi ojos, neblina. Y lluvia sobre mis zapatos.

Despierta, Lima durmiente. Despierta.

16 de diciembre de 2009

Lunes por cinco

I
Blanco. Leche caliente. Despertar a rayas. Persiana inútil. Afuera, los obreros aguardan las ocho con maca, emoliente y pan con tortilla. Adentro, un cuerpo –el mío- se esconde bajo las sábanas. Huye de la luz de la mañana y el pin-pin-trac-trac de los martillos.

II
Ni golondrinas ni verano. Sólo bruma y polvo de construcción. En el malecón: obreros. En el balcón: obreros. En mi cama: nadie.

Son casi las once en la cocina.

III
MIGRA
DORIXINA
CLONIXINATO DE
LISINA 125 mg
ERGOTAMINA
TARTRATO 1 mg
Vía Oral
Comprimidos recubiertos
Colombia: INVIMA
2001M-0000431
Industria Uruguaya

IV
-¿Qué dices? ¿Sobreviviremos? –pregunté.
-Eres bueno con las palabras –respondió el espejo.

V
Matiné. Función de las cuatro. Elijo el punto medio de la sala (como me gusta). En la pantalla: Bruce Willis. Yo duermo (más allá del dolor).

La paz se halla en los lugares más insospechados.

13 de diciembre de 2009

¿Qué es el infierno?

"¿Qué es el infierno? El infierno comienza cuando los actos sencillos y necesarios de la vida se tornan monstruosos... Ahora es temible caminar, respirar, ver, pensar."

Howard Fast

21 de noviembre de 2009

Piedra

-¿No eres absolutamente feliz en este momento? -me dice Sofía sentados al borde de un río en la selva amazónica.
-Soy absolutamente feliz, mi amor -respondo con cara de profesor Jirafales-. Aunque para serte honesto, los zancudos me arruinan un poco la postal.
-Quiero llevarme algo de recuerdo.
-¿Cómo qué? -pregunto preocupado.
-Como esta piedrita.
-¿Qué tiene de especial?
-Es linda, mira -me dice entusiasmada.

Sofía acerca su mano y me muestra una piedra de color verde.

-Mi amor, el verde de tu piedrita -le digo en tono aguafiestas- son hongos.

Sofía mira bien la piedra y termina lanzándola al río. Luego agrega: "Mejor vámonos de aquí". Yo la sigo contento. Y es que es difícil ser romántico cuando diez zancudos te andan picando el culo.

16 de noviembre de 2009

Snob

Hablando con una amiga sobre relaciones de pareja, le dije:

-Tienes que ver Annie Hall, es estupenda.

Entusiasmada, me respondió al instante: "¿Sabes si sigue en cartelera?".

No pude evitar escapar una sonrisa (pues es una película de 1977). Por supuesto, mi amiga lo tomó a mal y terminó acusándome de snob.

-¿Por qué tendría que saber de esa película? -me increpó.
-No tienes, es cierto -le di la razón.
-Es como si yo te preguntara si sabes qué tipo de música hace Zion.
-Ah, pero eso es fácil -le respondí con sorna-: música infame.

Mi amiga, desconcertada, entrecerró los ojos con desconfianza y me preguntó bajito: "Y ese género musical, ¿de qué va?".

Como bien dice Ribeyro, no hay que exigir en las personas más de una cualidad.

12 de noviembre de 2009

Farmacia de turno

-Hola, ¿en qué te atiendo? -me recibe el vendedor de la farmacia cerca a mi oficina que, según todos dicen, siempre pregunta por mí.
-Dame dos cajas de Durex Ultra Sensitivo.
-A ver -abre un cajón y saca los dos paquetes-. Hecho.
-Y una caja de Durex Tropical.
-Listo, ¿algo más? -me pregunta con una mirada cómplice.
-Ah, sí -recuerdo-. Diez migradorixinas.

El vendedor se sonríe y agrega genial: "Claro, para el dolor".

29 de octubre de 2009

¿Cachái?

-¿Me podrá tomar una foto? -le pregunto a un tipo que está de visita conmigo en el Palacio de La Moneda.

De mala gana coge mi cámara y me saca una foto que sale movida.

-Quedó bien -le agradezco resignado.

Pero el tipo se despide con una frase de antología: "¿Voh no cachái el disparador automático de tu cámara?".

Si había un solo mala onda en Santiago, tenía que cruzármelo yo.

26 de octubre de 2009

Santiago (travesía)

El taxi que pedí para ir al aeropuerto llegó tarde. Media hora tarde. Sin embargo, corrí y corrí y corrí por todo el Jorge Chávez y logré abordar de último. Desgaste inútil pues el vuelo se retrasó en la pista y despegamos (sí) media hora tarde. La nube recién asomaba.

Lo supe en Santiago, en migraciones, cuando me hicieron notar que había olvidado el nombre de mi hotel. Y, por supuesto, la dirección. Además, la esperanza de que alguien haya ido a recogerme al aeropuerto se desvaneció apenas crucé la puerta de salida.

-Menos mal que traje mi laptop -me dije-. Cuestión de buscar el correo.

Pero el Wi-Fi no era libre. Si quería acceder a una conexión, tendría que tomar algo en algún café.

-Señor, ¿me podría indicar dónde puedo cambiar dólares? -le pregunté al primer tipo que vi.
-Lo lamento pero todas las casas de cambio están cerradas a esta hora -me respondió con un acento chilenísimo.

Qué cara habré puesto que luego agregó:

-Pero puede pagar el taxi en dólares si desea.

El señor llevaba en las manos un cartel de taxi oficial.

-¿A qué hotel va? –preguntó.
-¿Windsurf? ¿Windex? ¿Windsor? -renegué-. Sólo sé que queda en el Centro.
-Windsor Suites -sentenció-. No se preocupe, no hay otro hotel con ese nombre.

Me llevó por veinticinco dólares. El hotel se veía tan mal como en las fotos. Y lo peor: en su lista de reservas no figuraba yo. Recién después de quince minutos de susto, encontraron una copia del correo con mi reserva.

El encargado del hotel se disculpó por el error pero descubrió un nuevo problema: mi reserva comenzaba al mediodía y recién eran las cuatro. Era oficialmente una pesadilla. Tuve que pagarle veinte dólares para que, casi de favor, me dé la habitación más fea del hotel.

A la mañana, para coronar mis desgracias, cuando bajé se había agotado el desayuno.

-¿Sabe dónde puedo cambiar dólares? –pregunté en recepción con ganas de regresarme a Lima.
-Hoy los bancos están cerrados –me explicó-. Pero hay algunas casas de cambio por el Palacio de la Moneda.

El detalle era que para ir hasta allá necesitaba al menos unos cuantos pesos con los que pagar el taxi o el metro. Era mejor salir a caminar, despejarme y desayunar en algún lugar donde acepten tarjetas de crédito. Luego de dar un par de vueltas me encontré un McDonald’s abierto.

-Me da un barros jarpa, un café y dos medialunas, por favor –ordené guiándome por uno de los carteles de desayuno que tenían.
-Ya terminó la hora del “buen día”, señor -me respondió el chico de la caja.

No pude más. Comencé a transpirar, a hiperventilar, a relinchar. Estaba a punto de dejar salir el Michael Douglas en Un día de furia que todos llevamos dentro. Tenía ganas de asfixiar al chico con su estúpida gorrita.

-Señor, señor –se apresuró en decirme asustado-, voy a pedir que hagan una excepción y le preparen su orden.

Me hicieron mi desayuno. Y les juro que me supo a gloria.

21 de octubre de 2009

No abras los ojos

Cierro los ojos. Dos luces se disparan dibujando formas caprichosas y fluorescentes que se desvanecen en segundos. Aprieto los ojos. Esta vez una pantalla blanca y luminosa como el cielo de Lima estalla dando paso a cientos de luciérnagas (estrellas fugaces acaso) que revolotean en mi mente hasta perderse entre mis pensamientos. Una luz negra lo cubre todo.
 
La oscuridad parece ser una exclusividad de los muertos. Y sin embargo: no quiero abrir los ojos.

16 de octubre de 2009

La ciudad y los días

Existen días en los que la ciudad parece estar en perfecta armonía con nuestros deseos. Días particularmente felices en los que hasta los mendigos parecen sonreírnos de manera desinteresada. En las esquinas: parejas de enamorados. En las ventanas: flores (o chicas bonitas). En los parques: verde, verde, verde. Todo parece jugar a nuestro favor; aun el terrible tráfico de la gran Lima.

Existen otros días, sin embargo, en los que es mejor no salir de casa. Días particularmente malos en los que en las aceras, en los balcones, en las plazas e incluso en las cabezas de algunos hombres, tus ojos no hallarán más que caca de pájaro. La razón es simple: tu novia te ha dejado la noche anterior.

12 de octubre de 2009

Amadeus

-Gonzalito, ¿qué escuchas? -le pregunto a mi sobrino de cuatro años.
-Mozart -me responde concentrado en sus juegos.

Afino el oído y efectivamente parece ser una sonata de Mozart lo que sale de la radio.

-¿Y tú qué sabes de Mozart, pulga?
-Wolfgang Amadeus Mozart fue un compositor y pianista austriaco -me dice mientras corre por el pasadizo.
-¿Dónde has aprendido eso? -pregunto sorprendido.
-En el colegio -interviene orgullosa mi hermana-. Mi hijito ahora escucha a Mozart, a Brahms y a Vivaldi.

Y pensar que hace sólo unos meses ese mismo niño se comía la plastilina.

2 de octubre de 2009

No voy en taxi (voy en la 36)

Lo primero que dijo Ximena al llegar fue: “Me acaban de asaltar”. Pálida del susto, temblaba en mi puerta haciendo su mejor esfuerzo por no llorar. Tuvo que pasar una media hora para que se animase a contarme lo que le había pasado. La historia iba más o menos así:

“Cogí el taxi en la puerta del Vivanda de Pardo (es que se me antojó una torta de chocolate). Era uno gris (¿o azul?), nuevo, sedán, Toyota (sí, con el cartelito encima). El taxista (un tipo mayor, medio calvo, canoso, lentes, ya sabes, guácala) parecía de fiar. Estuvo callado todo el camino pero cuando ya estábamos por llegar comenzó a hablarme (de política, del Congreso, qué sé yo). Lo noté nervioso. En eso el tipo toma un desvío y se detiene en un descampado (¡ya sabía, qué bruta!). Cuando reaccioné, tenía una pistola en mi cara. Horrible. Me quitó todo: el celular, la cartera, mi lonchera. Todo”.

Aquella noche, después de cenar, Ximena me pidió que la acompañara a su casa. No quería irse sola; seguía nerviosa.

Salimos a buscar un taxi. Uno formal. Demoramos bastante en encontrar uno ("muy nuevo, muy sucio, muy joven, muy viejo"). Terminamos tomando una station wagon blanca, de esas que abundan en Lima. Probablemente los taxis más inseguros.

Recién adentro reparé que el taxista iba hablando por celular con la ayuda de un handsfree. Hablaba bajito, como si no quisiera que lo escucháramos. Además, disimuladamente, nos buscaba con frecuencia a través del espejo retrovisor. El asunto me dio mala espina, pero no dije nada para no asustar más a Ximena. Sin embargo, cuando ya estábamos por llegar a la avenida Arequipa, el taxista volteó bruscamente en un pasaje quitándose el cinturón de seguridad sobre la marcha. Juraría que dijo te espero en la esquina o algo por el estilo. Esto es tener mala suerte, pensé. Éramos víctimas de otro asalto.

El taxista aceleró y Ximena comenzó a gritar histérica: ¡deténgase, deténgase! En ese momento, poseído por un extraño absceso de valentía e imprudencia, me lancé sobre el taxista. El auto frenó en seco causando un gran chirrido.

-¡Ximena, bájate rápido!- grité sujetando las manos del taxista contra el timón del auto.

Ella descendió obediente y esperó en silencio a que yo hiciera lo mismo. Apenas puse un pie en el asfalto, el auto partió a toda prisa.

-¿Qué hacemos? -me preguntó nerviosa Ximena mientras corríamos hacia la avenida.
-Por ahora -respondí resignado-: tomar la 36.

28 de septiembre de 2009

Sólo para niños

-Gonzalito, qué elegante estás -le digo a mi sobrino de cuatro años-. ¿Adónde vas?
-¡Al cumpleaños de Rodrigo! -grita entusiasmado.
-¿Y yo también puedo ir? -interviene mi mamá.
-No pues, abuelita -responde Gonzalito muy serio-: a mis fiestas no van viejitas.

Apuesto a que Papá Noel se olvida de alguien esta navidad.

25 de septiembre de 2009

La 56

-Mi amor, no te vengas -me suplicó jadeante Sofía-. Piensa en otra cosa.
-¿En qué? -protesté entregado.
-¿Cuánto es ocho por siete?
-¡Cincuenta y seis!

Malditas matemáticas: nos dio tal ataque de risa que ninguno de los dos se vino.

20 de septiembre de 2009

Km. 107

-En realidad no somos tan diferentes, ¿sabes? -interrumpí a Sofía.

Ella me miró intrigada desde el volante.

-Es decir -continué-, somos distintos pero nos gustan las mismas cosas.
-¿Por ejemplo? -me respondió escéptica.
-Esta canción.

Subí el volumen de la radio: Come on now baby gimme just one look/You can't start a fire sitting 'round crying over a broken heart/This gun's for hire/Even if we're just dancing in the dark.

Sofía sonrió y siguió manejando. Habíamos dejado Lima hace más de una hora. Atrás quedaban esas tontas discusiones que habían ocupado nuestra semana. Ya no importaba qué tan distintos fuésemos, sino que en diez minutos estaríamos solos los dos.

18 de septiembre de 2009

Carta para leer en el camino

Setiembre 17, 2009

Como nunca, hoy me levanté antes de las siete a.m. Cuando abrí los ojos no supe dónde estaba por un segundo. Era tu cuarto. Reconocí la nubecita, esa que tanto me gusta, colgada de la persiana. Me volví hacia ti. Traté de jugar contigo, de despertarte. Dulce y paciente, como siempre, me preguntaste si podías dormir un rato más. Te abracé. Me dijiste "te quiero". No sabía qué hacer. Ya no tenía sueño. Te pregunté si querías que hiciese café. Más paciente aún, lo hiciste tú. Encendí tu laptop y estuve curioseando mis cuentas hasta que sonó el despertador.

Cuando saliste de la ducha me viste con una sonrisa chateando con alguien. Te contesté, cuando me preguntaste con quién, que era mi amigo Martín. Justo le estaba contando que estaba en casa de mi chico enfermero. Martín preguntó:

-¿Sales con un enfermero, Sofía?
-Sí.
-Seguro que es como todos esos enfermeros con pretensiones de doctor.
-De escritor -le dije-. Sólo que él no tiene pretensiones, esas me las deja a mí.

No te diste cuenta, pero al terminar de tipear esa frase te miré. ¿Eres mi enfermero sin pretensiones de escritor? No. Sólo eres mi chico. El que anoche me llevó a cenar. Al que quiero tanto.

Sofía

11 de septiembre de 2009

Banana republic

Sofía me dijo ya vengo y desapareció de la cola del supermercado dejándome a cargo de las compras. Al rato, reapareció con cara de haber hecho una travesura. Traía una caja de condones. De los de sabores.

-Todos deberían ser... -comenzó a decirme pero se detuvo.
-¡De plátano! -terminé la sentencia con entusiasmo.

Pero Sofìa ya no sonreía. Por el contrario, miraba nerviosa por encima de mi hombro. Sus papás, me dije. Volteé lentamente esperando lo peor. Sin embargo, para mi sorpresa, la persona que estaba detrás de mí era la cantante Susana Baca. Aparentemente divertida con la conversación, nos sonrió con sus grandes dientes blancos.

Tal parece que Susana también los prefiere de plátano.

8 de septiembre de 2009

Plan de vacaciones

-¿Puedo tomarme dos semanas de vacaciones a fin de año? -le pregunté a mi jefa-. Estoy planeando viajar a Guatemala.
-¿Por trabajo, estudios o qué? -me respondió.
-De paseo.
-¿Luna de miel?
-Algo así.
-¿Y por qué tanta anticipación?
-Es que si no compro los pasajes con tiempo, van a subir de precio.
-Mejor, así no te gastas tu sueldo en lujuria ni vanidad.
-No se me ocurriría nada mejor en qué gastarlo.
-¿No sabes que las navidades son para pasarlas en familia esperando la llegada del niño?
-Gracias a Dios, soy ateo.
-Además, para lo que van a hacer, deberían irse más cerca.
-¿A la avenida La Marina, por ejemplo?
-No seas corriente. Yo me refería a un resort en Punta Sal, Paracas o Tarapoto.
-¿Me vas a dar permiso o no? -terminé por perder la paciencia.
- Pucha, qué afanoso eres C.N.-se quejó-. No dejes que tu chica se dé cuenta de que estás con el calentamiento global. No te vaya a estar usando.
-Yo creo que eso es justamente lo que me faltaba.
-¿Qué?
-Uso.

Varias carcajadas después, obtuve mi permiso por escrito. La risa, remedio infalible.

6 de septiembre de 2009

While you're busy fucking other plans

Una amiga me dijo hace un par de semanas: “Ya era hora de que estés contento, C.N. Pero, por favor, no lo arruines con tus tonterías”. Me hablaba, por supuesto, de Sofía. Lo que no me quedó muy claro era a qué tonterías se estaba refiriendo. Pero, ante la duda, preferí enviar su comentario a mi papelera mental de reciclaje.

El tiempo no tardó en darme una lección. A los pocos días Sofía se molestó conmigo por arruinar la noche con mi mala costumbre de tomar el lado depresivo de la vida. Durante la cena no hice más que lamentarme de que la vida carezca de sentido y de que todo sea absurdo y contingente. Cómo se construye una relación a largo plazo en medio de ese deprimente panorama existencial, es algo que no pude explicar. Creo que ni Sartre ni Nietzsche ni Cioran hubieran podido. Sofía, linda pero no idiota, me mandó por un tubo y me dejó muy en claro que, si no empiezo a ver el vaso medio lleno, me voy a quedar sin novia.

Basto sólo un par de días para que volviera a meter la pata. Esta vez, por hablador. Se me dio por opinar sobre una serie de aspectos de la vida de Sofía que ni siquiera alcanzo a comprender. Cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde: Sofía estaba molesta de nuevo y con justa razón. A nadie le gusta ser juzgado, menos por alguien que recién te empieza a conocer.

Después de todo, mi amiga tenía razón; soy de los tontos que dejan pasar la vida mientras van ocupados con sus neurosis. Felizmente, también soy de los tontos que hacen de todo por una mujer. Incluso, dejar de hacer tonterías.

1 de septiembre de 2009

Chez moi

-Quédate a dormir conmigo esta noche -le dije a Sofía antes de salir de su casa.
-Ya, lindo -respondió estusiasmada y guardó en su cartera un antifaz, unos tapones para los oídos y un par de pastillas para dormir.

Me pregunto si eso aún califica como dormir CONMIGO.

28 de agosto de 2009

Conversación en la habitación

-¿Qué tienes? -me preguntó Sofía al notar mi desánimo al final de un largo día de trabajo.
-A veces siento que no soy bueno para nada en particular -respondí.
-Eres bueno en tu trabajo.
-Soy un fraude, en realidad. Una mala combinación del talentoso señor Ripley con el cobarde Robert Ford.
-No digas eso.
-Además, odio mi trabajo -me quejé.
-Pues yo creo que eres bueno en muchas cosas -intentó animarme Sofía-. Por ejemplo, escribes bien.
-Pero no tengo talento. Nunca seré realmente bueno. Como tampoco lo seré en el dibujo o en la música -me lamenté-. Me siento como la hermana menor de Diane Keaton en Interiores.
-Escúchame -me interrumpió Sofía-: tú eres de esa clase especial de personas que son buenas siendo buenas. Es un don que muy pocas personas tienen. Deberías sentirte orgulloso por eso.

No supe qué responderle, sus palabras me habían desarmado de todo cinismo. Me acerqué a ella y le di un largo beso en los labios abrazándola fuertemente. Con suerte, la próxima vez me dice que soy bueno en la cama.

25 de agosto de 2009

Mi novia Polly

Sofía dice que en el mundo existen dos tipos de personas: los Feffer y las Polly. Los Feffer son seres neuróticos, obsesionados con el orden, la limpieza y la salud. Debido a su gran aversión al riesgo, su vida transita de la manera más metódica y segura posible. Cuando salen de su casa, nunca olvidan los preservativos.

Las Polly, por el contrario, son seres descuidados que van por la vida sin mapas ni derroteros. Cambian de domicilio constantemente, tienen como mínimo un par de tatuajes y creen que los hurones pueden ser buenas mascotas. Cuando salen de su casa, siempre olvidan ponerse la ropa interior.

Sofía dice que soy un Feffer. Pensaba contradecirla y escribir, por ejemplo, que soy un Polly vestido de Feffer. Pero anoche, en la cama, antes de dormir, me descubrí planificando este post mentalmente. Palabra por palabra.

20 de agosto de 2009

Just in time

Eran casi las once cuando desperté. Asomaba un día frío pero luminoso por la ventana. Sofía ya se había levantado de la cama y corría en ropa interior por la casa buscando quién sabe qué. Cosas de chicas, me dije. Me vestí, arrastré mi pereza hasta la sala y me dejé caer en el sofá encendiendo un cigarrillo.

-Así que eres de los que fuma por las mañanas -me dijo Sofía deteniéndose por un segundo al verme.
-Sólo cuando estoy de viaje -le respondí.

Sofía me miró extrañada y volvió a su rutina. Me hubiera gustado explicarle que aquellas dos semanas con ella habían sido una especie de viaje para mí. Un viaje a París, a Hong Kong, a New York. Pero seguramente habría arruinado el momento. Preferí hundirme en el sillón y mirarla hacer sus cosas con una gran sonrisa en los labios. Baby, you're gonna miss that plane.

12 de agosto de 2009

Primeras instantáneas

Acabo de caer en cuenta que es poco lo que sé de Sofía: que vive en una calle tranquila, en una casa de una sola ventana, que tiene un sillón violeta, un ropero blanco y una pizarra de corcho, que le gusta salir a comer y que a veces toma vino en la cama. También sé que esconde la mirada si la observas fijamente, que tiene una sonrisa tierna capaz de revelar todo aquello que su timidez quisiera ocultar, y que le gusta besar casi tanto como escribir.

No es que me gusten las cifras, como diría el Principito criticando a las personas mayores. No me interesa saber cuánto gana, cuánto pesa o a qué edad fumó su primer cigarrillo. Para nada. Pero hoy he descubierto que no sé cuál es su color favorito ni cuál es su segundo apellido. Tampoco sé si le gustan los poemas de Kavafis, las novelas de Flaubert o las canciones de Bruce Springsteen, y si, como yo, quiere ser feliz de una manera pequeña.

Anoche le hice notar que nunca preguntaba nada sobre mí. Sofía respondió que ya se enteraría con el tiempo. Me pareció lindo aquello. Sólo espero que nunca se pregunte quién es ese extraño junto al cual acaba de despertar.

5 de agosto de 2009

Wonderland

Hubo un largo silencio que intenté ocultar dando un nuevo sorbo a mi copa y recostándome muy despacio en el sofá. A mi lado, inquieta, Sofía dibujaba circulitos sobre sus rodillas con la mirada enterrada en el piso. Su vestido había vuelto a desabotonarse contradiciendo toda su timidez. Se veía tan pequeña y quebradiza bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana que podría haber pasado la noche observándola sin decir una palabra.

-Pareces una niña, ¿sabes? -le dije finalmente acariciando su cabeza.

Sofía levantó la mirada y me regaló una expresión dulce y tierna como el botón de una flor que se abre. Era una de sus sonrisas empapadas en pecas. En ese instante, me incliné hacia ella y la besé.

3 de agosto de 2009

Máximas de Confucio

En cierta ocasión, un discípulo sorprendió a Confucio preguntándole: "¿Cómo diferenciar a un hombre optimista de uno pesimista?". El maestro, tras reflexionar por unos instantes, respondió: "El optimista siempre lleva preservativos a su primera cita".

Yo soy de los pesimistas.

31 de julio de 2009

Invitación solemne

Se invita a todos los interesados a la misa conmemorativa por el primer aniversario del presente blog, la cual se llevará a cabo el día de hoy, viernes 31 de julio, a las 17.30 horas, en el Auditorio del Colegio Ginecológico del Perú (sito en Calle Océano Ártico Nº 261 - Urb. Sta. Constanza - Lima 33 / Alt. 41 de la Av. Javier Prado Este).

Terminada la liturgia, sírvase pasar a consulta.

La Administración

30 de julio de 2009

Periferia

-Eres el amigo de Julio que le ha caído mejor a mi mami- me comentó la esposa de un amigo a los pocos días de una reunión en su casa.
-Debe ser porque no abrí la boca en toda la noche -bromeé.
-Quizá -respondió entre risas-. Dijo que había demasiado egocéntrico buscando ser el centro de la atención.

Reconforta saber que algunas personas todavía valoran a los que sólo aspiramos a estar en la "periferia de la atención".

28 de julio de 2009

Patria

"La patria es todo lo que te rodea, todo lo que te ha criado y alimentado, todo lo que tu amas, estos campos que estás viendo, estas casas, estos árboles, esas muchachas que pasan y ríen, eso es la patria. Las leyes que te protegen, el pan que compras con tu trabajo, las palabras que intercambias y la alegría y la tristeza que te llegan de los hombres y las cosas entre las que vives, eso es la patria. El cuartito donde antaño veías a tu madre, los recuerdos que ella te ha dejado, la tierra donde ella reposa, eso es la patria. La vez, la respiras por doquier. Imagínate todos los deberes y derechos, necesidades y afectos, recuerdos y gratuitudes renidos bajo un solo nombre y ese nombre será la patria".

Vincent van Gogh, "Cartas a Theo".

27 de julio de 2009

Medio vaso con agua

Salí de mi reunión con una botella de pisco, un billete de cien dólares y una nueva promesa de pago por los novecientos restantes. Luego, bajo una molesta garúa, intenté en vano comunicarme con una amiga que, nuevamente, parecía haber olvidado que habíamos quedado en tomar un café. Dos veces timado, me eché a caminar.

Barranco había sido tomado por gente insufriblemente linda y feliz, y sus bares desbordaban de chicos y chicas vestidos de viernes por la noche. Di varias vueltas, sin rumbo fijo, con la vaga esperanza de encontrar a alguien conocido. La tarea era intrinsecamente inútil: no tengo nadie a quién buscar. Finalmente, convencido de que estaba a un paso de convertirme en Billy Crystal en la penúltima escena de Cuando Harry conoció a Sally, decidí volver a casa.

Estaba en eso cuando reconocí a alguien. Era nada menos que la chica con la que había pasado las últimas noches conversando por el chat. Avanzaba apurada y distraída con una amiga por la misma acera que yo, sólo que en dirección contraria a la mía. Esbocé la mejor sonrisa que permitió mi estado de ánimo y la miré a los ojos. Pero pasó a través de mí como un fantasma en medio de la noche. Definitivamente, no era mi día.

Sin embargo, a media cuadra de mi edificio, la alarma de mi celular me despertó. Abrí la botella de pisco y le metí un gran sorbo. Luego, la dejé en el piso, encendí un cigarrillo y me puse saltar entre los adoquines de la vereda cual rayuela.

Después de todo, recién acababan de dar las doce.

23 de julio de 2009

Alienación

Hoy, como todos los días, el señor Conejo despertó a las siete. Maquinalmente cogió el despertador, aplazó la alarma hasta las siete y media, y volvió a dormirse. A esa hora cambiaría la alarma para las ocho.

A las ocho y diez, el señor Conejo despertó sobresaltado. Sabía que llegaría tarde al trabajo. Se duchó rápidamente, se vistió de negro y desayunó la primera migradorixina del día. El señor Conejo llegó a su oficina con veinte minutos de retraso.

Durante la mañana el señor Conejo redactó dos cartas, un memorando y tres correos electrónicos. También recibió una llamada telefónica de su banco para renovar su tarjeta de crédito.

Mientras revisaba sus estados de cuenta, el señor Conejo encontró un cuento que había escrito varios años atrás. Como sólo tenía tres páginas, decidió leerlo. Aunque en términos generales el señor Conejo se sintió satisfecho con el resultado, pensó que todavía necesitaba algunos cambios. Dobló el papel en cuatro y lo guardó sigilosamente en su agenda.

A la una y cinco, el señor Conejo salió a almorzar. Lo acompañó el practicante de la oficina que está al final del pasillo. Ambos ordenaron lo mismo: crema de espárragos, lomo saltado y arroz con leche. Si bien el señor Conejo gana doce veces más que el practicante, cada uno pagó su cuenta.

Ya por la tarde, el señor Conejo revisó los documentos relativos a la reunión que tenía programada para las cuatro. La mayoría eran cuadros estadísticos y proyecciones de gastos corrientes. El señor Conejo realizó varias anotaciones al margen y resaltó algunas cifras con un plumón amarillo.

La reunión duró una hora y catorce minutos. El señor Conejo habló poco y utilizó tres veces la palabra “contrapartida”. Todos quedaron conformes con sus observaciones. Se acordó que sea el señor Conejo quien reformule el proyecto mañana.

Levantada la reunión, el señor Conejo se excusó y se retiró de la oficina antes de su hora de salida. Tras varias vueltas por San Isidro, el señor Conejo entró a un café y se sentó al lado de la ventana. No ordenó nada.

A las siete, el señor Conejo tomó un taxi al parque Kennedy. Al bajar, compró una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike y enrumbó hacia la sala Raúl Porras Barnechea. Sin embargo, no entró.

De regreso al parque, a la altura de José Gonzales, el señor Conejo sintió que el nudo de su corbata lo asfixiaba, que su terno le apretaba los hombros y que el sonido de sus zapatos lo ensordecía. Ante ello, el señor Conejo decidió cambiar de rumbo y apurar el paso.

El señor Conejo llegó a su casa a las ocho y seis. Tomó una migradorixina que le supo a tabaco y se sentó en el sillón crema de dos cuerpos que tiene ubicado frente a un cuadro de gran formato. En silencio, el señor Conejo examinó su rostro y arrancó cuatro vellos de su barba y dos de su bigote. Luego se deslizó hacia la radio y la encendió. “Waldo Jeffers had reached his limit”, recitó John Cale mientras el señor Conejo se recostaba en el piso cerrando los ojos.

A la medianoche, el señor Conejo despertó convencido de que todo había sido un mal sueño. En el sueño, él vivía una vida que no era la suya. Sin embargo, pronto el señor Conejo se descubriría en saco y corbata.

20 de julio de 2009

Sobrina adolescente

-¿Y qué opinas del nuevo Gabinete? -le pregunto a mi mamá durante el almuerzo del fin de semana.
-¡¿Sacaron a Yehude Simon?! -nos interrumpe alarmada mi sobrina de quince años.

-Sí, Velásquez Quesquén es el nuevo Presidente del Consejo de Ministros -le explico.

-¡Qué desgracia! -se lamenta.
-¿Desde cuándo te interesa la política?

-No me interesa -responde preocupada-: Es que ya jalé mi examen de educación cívica.

17 de julio de 2009

Rezo por vos

Los Yoshimoto se mudaron a mi barrio a inicios del verano de 1998 y se instalaron en el tercer piso de la casa roja que estaba al otro lado de la calle. La hija menor de la familia, de sólo 17 años, era una chica atlética y risueña a la que yo solía espiar desde mi ventana todas las mañanas cuando salía de su casa para ir a sus clases en la academia.

-Una japonesita linda que se ha mudado frente a mi casa -le conté a Milagros, una vieja amiga del barrio-. Todas las mañanas muero un poco al verla pasar con sus shorts playeros.
-¿En la casa roja? -me sorprendió-. Pero si es Rocío, ¡mi mejor amiga del colegio!

Milagros me hizo el milagro esa misma tarde. Fuimos a buscar a Rocío y nos sentamos a conversar en la escalera que conducía a su departamento. Rocío parecía encantada de mi buen humor. Y yo, para serles honesto, de sus largas piernas.

-¿Me acompañas a misa el domingo?- me preguntó ese día al despedirnos.
-Sí, claro, paso por ti a las seis y media- respondí automáticamente.

Milagros, que sabe que soy ateo, se sonrió. Pero ya lo dijo Groucho Marx: Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros.

Acompañé a Rocío a la iglesia todos los domingos de aquel verano. Recé, canté, comulgué. Sólo me faltó hacer la confirmación. Mas todo fue un esfuerzo inútil: Rebeca me había dejado muy maltrecho. Con la autoestima por los suelos y, ya de por si, bastante tímido, no me atreví a robarle un beso siquiera.

Una tarde, cuando agonizaba el verano, pude ver desde mi ventana cómo un vecino trababa conversación con ella mientras paseaba a su perro. Los vi sentados en la escalera de su casa todas las tardes de aquella semana.

El domingo siguiente, me quedé en casa.

14 de julio de 2009

Conversación occidental

12:28 AM Sandra: hola… cómo estás?
me: bien, ¿tú qué tal?
12:29 AM Sandra: bien, igual... qué hiciste hoy?
me: temprano salí a dar una vuelta por el malecón
12:30 AM almorcé en casa de mis papás
luego fui al CCPUCP a ver una película de John Cassavetes
y ahora ando pegado de un disco que compré ayer
12:31 AM Sandra: buen día hoy, entonces
me: supongo
aunque es casi mi rutina de los domingos
12:32 AM Sandra: ah, bueno
y qué disco escuchas?
12:33 AM me: el Amor Amarillo de Cerati
12:34 AM Sandra: qué paja
me: sí, buen dato, gracias. Ayer fui a buscar un disco de Neil Young y salí con ese
12:35 AM Sandra: qué bien!
me:
12:36 AM Sandra: qué occidentales tus días!

Me mató. A ver si alguien me ayuda con la traducción: ¿qué carajo es un día occidental?

12 de julio de 2009

Domingo, 4:00 a.m.

Escribo esto con demasiadas cervezas encima. Con sueño. Con pena.

Hoy fui a la fiesta de Sandra. Me saludó, me abrazó, me sonrió. Estaba más linda que nunca. La amiga que llevé me dijo: "me parece súper chévere, súper atenta". Y, sí, lo fue. Lo es. Pero no estaba sola. Estaba con él. Y a las dos de la mañana los vi acercarse, los vi cogerse la mano, los vi besarse. Y también: me vi encogerme, me vi sonreír nerviosamente, me vi intentar -en vano- mantener la compostura.

Lo sé, me dijo que salía con alguien más. Pero, igual, qué difícil es perder. Hasta para un perdedor como yo.

9 de julio de 2009

Génesis

En el principio buscó C.N. un techo y una barra. Y a las ocho de la noche Ayahuasca estaba desordenada y vacía. Y dijo C.N: "sírvame un pisco sour". Y vio C.N. que el pisco sour de uva y camu camu era bueno y justo, y pidió otro. Y otro.

Y dijo C.N.: "no es bueno que el hombre esté solo". Y llamó C.N. a una amiga que estaba en el centro de Lima y fue a su encuentro. Y en El Directorio bebieron y bailaron según su naturaleza, y se besaron según su naturaleza. Y vio C.N. que sus caricias eran buenas y justas. Y dieron las doce.

Y dijo C.N.: "partamos hacia el Yacana". Y vio C.N. que en el Yacana todo es chévere: la música, el chofer y el cobrador, y se quedaron. Y unos daneses se les acercaron y les preguntaron: "do you speak english?". Y dijo C.N.: "wash-and-wear!". Y compartieron bebidas, cigarrillos y abrazos. Y dieron las cuatro.

Y dijo C.N.: "te llevo a tu casa", pues vio C.N. que su amiga estaba demasiado ebria como para no ir preso por llevarla a otro lado. Y ella se entercó en seguir bebiendo en un bar de metal donde nada era bueno ni justo. Y un metalero preguntó a C.N.: "¿eres emo?". Y vio C.N. como el hombre levantó amenazante una silla con sus dientes. Y la amiga evitó la matanza presentándolo como su novio. Y todos bebieron y cantaron hasta que salió el sol.

Y así acabó C.N. su sábado por noche: a las siete de la mañana del día sétimo. Y reposó todo el santo día.

7 de julio de 2009

Paradoja

¿Han notado que cuando un hombre cancela a sus amigos por una mujer no hay mayores resentimientos, pero que cuando esa mujer es su novia o su esposa no tiene perdón?

Para ser que, al menos entre el género masculino, la trampa tiene más aceptación que la firme.

6 de julio de 2009

Viento en proa

El viernes por la noche, cuando me aprestaba a ir al encuentro de Sandra, recibo el siguiente mensaje de texto: "Lo siento, no voy a poder salir. Algo urgente. Tal vez mañana. Si puedes, avisas". Creo que ni Tarzán hubiese sido más telegráfico. Como diría mi madre, me dejaron vestido y alborotado.

A pesar de todo, el sábado, luego de darle muchas vueltas al asunto, decidí intentarlo de nuevo. Esfuerzo inútil pues ni siquiera se dignó contestar su teléfono. Una vez más me sentí el pobre idiota que soy.

Recién anoche Sandra volvió a dar señales de vida:

"Hey, sorry por no responder. He estado metida en mil cosas desde el jueves. ¡Me desconecto terriblemente! Espero que hayas pasado un fin mostro y que te hayas divertido en tu concierto. En fin, ojalá te animes a pasar por la fiesta pro fondos de la otra semana".

Algo me dice que con esta chica no hago más que perder mi tiempo.

3 de julio de 2009

Escozor

-Doctor, ¿qué cree que tenga? -le pregunto al anciano dermatólogo que me atiende.
-Parece ser una reacción alérgica.

Lo sabía, se jodió mi hígado, mi estómago, mi sistema endocrino. Ya me lo había advertido mi jefa, no debes tomar tan seguido, C.N.

-Usted ha desarrollado una alergia a su jabón -me corta de pronto todas mis divagaciones.
-¿Ah?
-Sí, ¿qué jabón usa? -me pregunta inquisidor.
-Eh… cualquiera -le respondo confundido.
-¡¿Cuál está usando ahora?!
-Bueno, Neko.
-¡Mal! -reniega-. Veneno, sí, veneno, así debería llamarse ese jabón.
-La verdad es que últimamente he estado viajando mucho y he estado utilizando esos jabones que dan en los hoteles.
-Pues a partir de ahora va a usar el que yo le diga -me advierte y se sienta a llenar mi receta médica.
-¿Eso es todo?
-¿Y qué espera? -me increpa con el peso de sus ochenta años.
-Digo, ¿seguro que no es un problema hepático o renal?
-Seguro.
-Mire que me han salido unas aftas en la boca…
-Ya le expliqué que eso es otra cosa -me interrumpe.
-¿Y la herida en el cuero cabelludo? Ni que me lavara la cabeza con jabón.
-Coincidencia, hombre. ¡Coincidencia!

A ese doctor no le entraban balas. Mi hipocondrismo araba en el mar. Me recetó una crema para bebés y un estúpido jabón de glicerina que mi seguro no quiso pagar. Al menos me quitó el escozor. Eso sí, la próxima vez que la recepcionista me pregunte con qué médico deseo atenderme, no vuelvo a responder: “con el de más experiencia”.

2 de julio de 2009

Peligro de incendio

Despacio, dibujo el contorno de tu rostro con un dedo que, travieso, de un brinco se desliza por tu nariz hasta tu boca. Lo besas y lo dejas caer por tu mentón para recorrer tu cuello en una curva cerrada y peligrosa que termina en el borde de tu blusa. Dudo. Pero tú tiras mi mano hacia abajo y, cual niño explorador, hundo mi dedo en tu ropa interior.

Por debajo de la mesa tus piernas se estiran rodeándome. Mis manos recorren lentamente tus pantorrillas, tus piernas, tus muslos. Tú te inclinas hacia mí y aprietas tu nariz contra la mía, retándola. El verde, tu verde, lo invade todo. Puedo sentirte respirar. Una viborilla juguetona escapa de tu boca felina y recorre mis labios sin dejarse atrapar. Luego te alejas y sonríes con esos ojos de Medusa triunfante frente a los cuales, lo sé, no tengo oportunidad.

23 de junio de 2009

Pisando tierra

-¿Cómo te fue con la chica con la que ibas a salir el sábado? -me pregunta Laura.
-Bien, pero no le veo mucho futuro al asunto -respondo-. Sigue saliendo con su ex novio.
-Mira, cualquier cosa es mejor a verte solo o dándole vueltas a tus ex.
-Es que temo que llevo todas las de perder -le explico-, es del tipo de chica del que me podría enamorar.
-Uhmmm, pues sí, complicado.
-Supongo que habrá que entrarle con pies de plomo.
-Amigo, a estas alturas -me dice con tonito aleccionador- a TODO hay que entrarle con pies de plomo.
-Qué esperanzadores son tus consejos.
-¡Realistas! -se queja.
-En fin, una vez más tendré que conformarme con ser el personaje secundario de la historia de otro.
-Qué se le hace -concluye-, nos tocó salir en las letritas finales de las películas.

Parece que hay gentes que nacieron para ser protagonistas y otras que nacieron para ser dobles en escenas de cama.

22 de junio de 2009

Apostando a perdedor

El sábado salí con Sandra. Nos encontramos en un café de Miraflores alrededor de las seis de la tarde. Llevaba el cabello desordenado, una bufanda azul y unos ojos color verde aceituna.

En lugar de café, pedimos cerveza. Mientras conversábamos, nervioso, no hacía más que pensar que tenía al frente a una mujer inteligente, divertida y, sobre todo, bastante loca. “Todo lo que alguien necesita para hacerme perder la cabeza”, me dije.

Después de la tercera ronda, decidimos caminar un poco. Las calles lucían vacías. A la primera curva, comenzamos a besarnos. Parecíamos dos pervertidos, mordiéndonos, tocándonos, buscándonos en la oscuridad, al margen de todo, muertos de risa y de ganas. Pero su celular nos detuvo.

-Lo siento, tengo que irme -me dijo.
-Era tu novio, ¿no? -pregunté.

Sandra bajó la mirada y guardó silencio por un instante. “Es un asunto complicado, C.N.”, musitó finalmente. Supongo que era el momento indicado para decir adiós, para dejar en claro mis pocas ganas de ser el personaje secundario de otra historia. Pero no dije nada. La dejé tomar un respiro y lanzarme una mirada firme y verde.

“Nos vemos en la semana”, se despidió dándome un último beso. Luego caminó apurada hacia el Ovalo de Miraflores donde seguramente la esperaba su novio. Inmóvil, la vi alejarse hasta perderse entre la multitud. Luego metí las manos en mis bolsillos y caminé en dirección contraria.

15 de junio de 2009

Silencio

Luder -el magnífico personaje creado por Ribeyro- se lamentaba de que la libertad no se pudiera compartir. Según él, toda compañía, por agradable que sea, implica una sesión. Así, sólo pueden ser libres los solitarios. When you got nothing, you got nothing to lose.

Pero la libertad se emparenta demasiado con el silencio. Ayer volví a pasar un domingo solo en casa, sometido a un ayuno involuntario de palabras. Sin conexión a Internet ni mensajes de texto; sin una sola llamada telefónica que me rescate del ostracismo absoluto. Una vez más, descubrí que no hay peor sonido que el mutismo de la soledad indeseada; ese rumor inquisitivo que se esconde detrás de las bocinas de los autos y el susurro de la televisión.

El silencio, después de todo, no es más que el ruido de la estática de nuestro aislamiento.

12 de junio de 2009

Cuando gano, pierdo

-Estoy tomándome un trago con Sandra, ¿te apuntas? -me escribió Ximena el viernes.

Días antes le había confesado que me gustaba su amiga y, en menos de una semana, me daba la oportunidad de conocerla. Un gestazo de su parte, sin duda. Después de todo -me dije- algo hemos madurado; hace algunos años hubiese sido impensable que Ximena, mi ex, estuviese dispuesta a presentarme a una chica. Pero ahora...

Les di el encuentro en el Dragón, cerca de la medianoche. Ximena me saludó con una sonrisa cómplice. Sandra parecía estar sobre aviso por su forma tan coqueta de hablar conmigo. Era como si ambas estuvieran tomándome el pelo.

-¿Juegas? -me dijo Sandra rozando sus labios con los míos mientras bailábamos.
-Seguro -respondí decidido.

Y así pasamos la noche: jugando en la pista de baile.

-No puedo creerlo, C.N.-me reclamaría Ximena al día siguiente-. Esperaba más de ti.
-¿Qué es lo que no puedes creer?
-Que estuvieras tras mi amiga en mi cara.
-¡Pero pensé que esa era la idea!
-Eres un idiota.

Corríjanme si hice algo mal porque no logro entender cuál fue mi error. He llegado a la conclusión de que, con Ximena, siempre me toca perder.

10 de junio de 2009

Capricho

-¿Has visto mis lentes? -le pregunto a una amiga con la que estoy de viaje-. Temo que los perdí.
-¿Qué? ¿De nuevo? -me resondra-. ¡Piensa, C.N.!

A ver: tenía los lentes puestos cuando salí del hotel; fuimos a tomar desayuno, luego de compras y, finalmente, a tomar unas cervezas. Podría haberlos olvidado en cualquiera de los sitios donde nos detuvimos. Y fueron varios.

-Bueno, al menos te compraste la casaca esa -me consuela mi amiga.

"Verdad, la casaca", me dije. Había visto esa casaca en la primera tienda que visitamos pero no me decidí a comprármela. Después de una hora y media, tras darle la vuelta a la ciudad, y a pesar de las burlas de mi amiga, me tomé un taxi de regreso para comprármela. Encaprichado, no me la había podido quitar de la cabeza.

-Sabes, después de todo, puede que no haya perdido los lentes -digo de pronto.

Subimos a la habitación del hotel, busco entre las bolsas de compras y saco la casaca. Como lo pensé: mis lentes están en el bolsillo izquierdo. Los había puesto ahí la primera vez que me la probé.

-¿Te das cuenta de que si no regresabas por la casaca, hubieses perdido los lentes? -me dice mi amiga soprendida.

Asiento divertido. Un capricho, en su justa medida, siempre es saludable.

5 de junio de 2009

Ese huirito

El sábado, cuando me aprestaba a vomitar en un baño público, mi celular saltó de mi saco al inodoro llevándose consigo toda mi agenda telefónica. El domingo y el lunes estuve con migraña; el martes, con insomnio. Como diría Sabina, ya sólo me faltaba tener un aborto.

Un amigo propuso recurrir a medidas alternativas: “Un huiro y vas a ver cómo se te quita el insomnio y la migraña”. El asunto no me pareció tan descabellado. El miércoles hice el intento. Armé una pava y la fumé con la misma dedicación de un científico que se inocula a sí mismo una bacteria peligrosa.

-Compadre, ¿anoche te pusiste a lavar tu ropa? -me pregunta al día siguiente el amigo con quien comparto departamento.
-Sí, creo que sí -balbuceé.
-¿Después de fumarte el porrito?
-Eh… sí -respondí avergonzado.
-¡Pero si eres el yonki más tonto de la historia! -se burló muerto de risa.

Nunca en mi vida había lavado mi ropa: mi mamá tenía razón, las drogas hacen daño.

31 de mayo de 2009

Aló, ¿Andreíta?

-Aló -contesté-. ¿Eres tú, Andreíta?

Era ella. Hablaba atropelladamente y sólo se detenía cuando el llanto la obligaba a toser. Por momentos tenía que adivinar sus palabras.

Fue una conversación corta, Andreíta no quería entrar en detalles. Se limitó a contarme lo que había pasado y lo que pensaba hacer. Presumo que lo que buscaba era mi aprobación. “Te quiero mucho”, fue lo último que me dijo. “Yo también”, respondí antes de colgar.

Caminé a la sala y me senté frente al balcón; la ciudad luce distante y ajena desde ahí. Permanecí así una media hora, arrullado por el motor de los autos. Luego fui a la cocina en busca de un cigarrillo. Lo fumé rodando por todo el departamento, buscando encontrar alguna respuesta ya sea entre las medias, detrás de las puertas o debajo de las camas.

Al terminar el cigarrillo, volví a la cocina. Tomé el último tranquilizante que había en casa con un vaso de agua que serví directamente del grifo. Después me tumbé en mi cama con la vista fija en aquella lámpara de papel con la que tantas veces Andreíta y yo nos habíamos golpeado.

Habría que inventar el modo de retroceder la vida con un control remoto: mi Andreíta está lejos, está sola y está embarazada. Es difícil de entender, pero sé que me sentiría más tranquilo si yo fuera el padre del niño que está esperando.

28 de mayo de 2009

El inconformista

El inconformista visto por Morelli, uno de los personajes de Rayuela:

“Éste hombre se mueve en las frecuencias más bajas y las más altas, desdeñando deliberadamente las intermedias, es decir la zona corriente de la aglomeración espiritual humana. Incapaz de liquidar la circunstancia, trata de darle la espalda; inepto para sumarse a quienes luchan por liquidarla, pues cree que esa liquidación será una mera sustitución por otra igualmente parcial e intolerable, se aleja encogiéndose de hombros. Para sus amigos, el hecho de que encuentre su contento en lo nimio, en lo pueril, en un pedazo de piolín o en un solo de Stan getz, indica un lamentable empobrecimiento.

[...]

En un plano de hechos cotidianos, la actitud de mi inconformista se traduce por su rechazo de todo lo que huele a idea recibida, a tradición, a estructura gregaria basada en el miedo y en las ventajas falsamente recíprocas. Podría ser Robinson sin mayor esfuerzo. No es misántropo, pero sólo acepta de hombres y mujeres la parte que no ha sido plastificada por la superestructura social; él mismo tiene medio cuerpo metido en el molde y lo sabe, pero ese saber es activo y no la resignación del que marca el paso. Con su mano libre se abofetea la cara la mayor parte del día, y en los momentos libres abofetea la de los demás, que se lo retribuyen por triplicado. Ocupa así su tiempo con líos monstruosos que abarcan amantes, amigos, acreedores y funcionarios, y en los pocos ratos que le quedan libres hace de su libertad un uso que asombra a los demás y que acaba siempre en pequeñas catástrofes irrisorias, a la medida de él y de sus ambiciones realizables”.

Nada como un gran escritor para escribir lo que uno nunca podrá escribir.

24 de mayo de 2009

Ya se ha muerto su abuelo

Mi sobrino de cuatro años, Gonzalito, regresó el otro día del nido con la novedad de que su amigo Rodrigo había estado cantando: “Ya se ha muerto mi abuelo, ay ay ay”.

Gonzalito, que nunca ha oído hablar de Juaneco y su Combo, hoy se pasó la tarde cantando: “Ya se ha muerto el abuelo de Rodrigo, ay ay ay”. Lógica pura y aplicada, sentencié a su favor.

Todos en casa, por supuesto, muertos de risa.

22 de mayo de 2009

Serendipia

Albert Einstein dijo alguna vez que la coincidencia es la forma en que Dios se mantiene anónimo. A ver si Dios se anima a explicarme, entonces, estas últimas “coincidencias” que llevaron a varios usuarios de Google a aterrizar en este blog:

- "¿Cumbio es un chico o una mujer?".
- "Hardcore perro XXX".
- "Nube y shit".
- "Defectos de los marketeros".
- "Chicas en esenas de seso".
- "Cómo debo agarrar a mi conejo enano".
- "Adolescentes afeminados".
- "A qué se debe cambios de humor de un chico de 19 años".
- "Paciente erección enfermera".
- "Nube XXX".
- "Ubicaína - medicamento".
- "Soundtrack novela colombiana Señora Isabel".

Confieso cierta debilidad por la casualidad, la coincidencia y el accidente. Pero, ¿qué diablos hace esta gente en mi blog? Es más, ¿quién busca estas cosas en Internet?

Con tanto visitante claramente insatisfecho, empiezo a entender porque cada vez tengo menos comentarios por post.

20 de mayo de 2009

Epílogo

Anoche, deprimido por diversos motivos, decidí quedarme en casa y no salir a bailar con mi gringa en su última noche en Lima. No estaba de humor como para soportar las largas sesiones de fotos a las que se someten (y me someten) sus amigos. Además, ya me había hecho a la idea de no volver a verla.

Por supuesto, a la una de la mañana me arrepentí. Cogí mi celular y le escribí arriesgadamente: “¿Ya estás en Barranco? ¿No prefieres venir a mi casa?”.

No respondió. Demasiado mandado, pensé. Pero a las tres de la mañana me despertó el siguiente mensaje: “¿Todavía estás despierto?”. “Para ti, siempre”, respondí huachafamente.

Hoy, con la depresión de regreso, me llenó de nostalgia verla dormir en mi cama. Me recordó a Andreíta. En este mundo tan efímero, sólo los objetos perduran, pensé. Fui a la sala y busqué un disco que había comprado hace poco. La gringa pareció conmovida cuando se lo regalé.

Luego, precavidos, caminamos al paradero en silencio. Y se fue.

19 de mayo de 2009

Estoy pensando en ti

Llamó mi “gringa”. Acaba de regresar de Cusco y parte mañana a Canadá de manera definitiva. Ergo, esta noche es mi última oportunidad de verla.

[pero hoy me siento muy mal por ti,
sin fuerzas para salir de casa]

Quedamos en vernos en Barranco antes de la medianoche. Ya debería cambiarme, son más de las once.

[desearía que todo esto no fuera más que una broma,
una broma del día de los inocentes que se deshace a la mañana siguiente]

Está sonando el teléfono; debe ser ella. Debo irme.

18 de mayo de 2009

Malecón Paul Harris

¿Cómo encontrar a alguien si sigues buscándote a ti mismo? Dejaste de correr -y por eso puedes disfrutar de la belleza de esos ojos que se aproximan- pero caminas en círculo como un perro que se muerde la cola. Mírate, caminas sin rumbo intentando convencerte de que no hay camino.

De acuerdo, el primer gran paso era dejar de mirar al lado. Y lo lograste. Ahora sabes que tu reino milenario no está en una casa con piscina y niños jugando a la pelota. Mucho menos en los Anales Históricos de la Revolución Francesa de la Sociedad de Estudios Robespierristas. Pero no hagas trampa: desde muy joven te gustó andar por las calles algo perro. Saber qué no quieres no es saber lo que quieres. Y tú no tienes ni idea.

Después de todo, puede que no seas más que la zorra de la fabula que no puede alcanzar las uvas. En el fondo sigues con hambre. Buscando. Buscándote. Y empiezas a ponerte nervioso porque sabes que la vida no se sostiene en una copa de vino... ni en esos ojos que se aproximan.

15 de mayo de 2009

Malecón De La Reserva

Un corredor.
Dos corredores.
Tres corredores.

Yo camino. Avanzo sin dirección entre la densa neblina y descubro que mi indecisión comienza a trascender lo trascendente. To be or not to be. Pero por dos. Y es que: ¿ser o estar? Menos mal que no estudiaste filosofía, C.N.

Me sonrío y enciendo un cigarrillo. La neblina retrocede con la primera bocanada de humo. A lo lejos un disco blanco asoma insignificante.

Segundo cigarrillo: siento el aguijón. Entra por el hueso frontal del cráneo y se extiende como un relámpago por toda la cabeza paralizándome. Es un dolor helado, agudo y chirriante. Un minuto después el malestar se desliza a la zona occipital. Me siento pequeño, vulnerable. Insignificante.

Camino. Ya no fumo.

Un anciano corre descalzo por el malecón. Luce descuidado. Difícil decidir si está loco o no. Pero es curioso cómo puedo sentirme más cercano de este pobre viejo que de los otros corredores. Cuando pasa a mi lado lo saludo y él me devuelve el gesto con una venia y una sonrisa.

La neblina avanza lenta y en dirección al sur. Yo también. Deben ser las siete u ocho de la mañana. Hoy no tengo ideas claras, sólo impulsos: es mi cuarto día con migraña.

13 de mayo de 2009

Conversación en una peluquería

-Buenas noches, señor. ¿Tiene alguna cita? -me pregunta la recepcionista de una elegante peluquería sanisidrina.
-La verdad es que pasaba por aquí...
-No se preocupe, lo atenderemos en unos instantes.
-Muchas gracias -respondo aliviado.
-¿Gusta que guarde su saco en el ropero mientras lo atienden?
-Sí, por favor.
-¿Podemos ofrecerle algo de tomar?
-Un café me vendría bien.
-¿Y de leer?
-Chistes -respondo por inercia.
-…
-Ehhh, mejor déme El Comercio –disimulo ante su cara de desconcierto.

Maldición, cómo extraño los Condoritos de segunda de las peluquerías de segunda.

11 de mayo de 2009

Tequila

-¿Qué debo hacer para que una chica como tú se tome una cerveza conmigo? -fue lo mejor que se me ocurrió decirle.
-Tal vez preguntar: “¿puedo invitarte una cerveza?” -dijo con un delicioso acento colombiano y se sonrió.

Nunca antes había ido al Tequila. Siempre había logrado hallar una buena excusa para mantenerme al margen de ese antro. Pero aquella noche, luego de varias jarras de cerveza, unos amigos terminaron por convencerme.

-¿Siempre vienes a este lugar? -pregunté por preguntar.
-No. Los fines de semana trabajo en otro local -respondió la colombiana.

“Trabajo”. Hasta ese momento no comprendía bien cuál era la situación entre nosotros pero ahora estaba claro que yo no era más que un potencial cliente.

-Bueno, ¿qué quieres hacer? -me dijo finalmente.
-Temo que “nada-haremos” -respondí bromeando.

A la colombiana le dio un ataque de risa; “Buscando a Nemo” resultó ser su película favorita. Le recordaba sus últimos días en Antioquia. Divertida, se animó a contarme de su vida en Colombia, de su viaje a Lima, de sus noches en el Tequila. Luego me sacó a bailar. Parecía haberse olvidado del trabajo. Mis amigos, por su lado, conversaban con otras chicas del bar.

Luego de varias canciones y algunas cervezas más, una mujer que se identificó como su hermana le dijo, de mala gana, que tenían que irse. Al parecer la colombiana perdía cien dólares por cada hora que pasaba conmigo. Y ya íbamos más de dos bailando.

-Lo siento, me tengo que ir -se despidió apenada después de darme un largo beso en los labios.

Nunca más volví al Tequila. Hay historias inverosímiles que no se vuelven a repetir.

8 de mayo de 2009

Babel

Entró al departamento súbitamente y sin saludar a nadie. Vestía unas botas marrones de cuero y una larga manta de alpaca que le otorgaban cierto halo de gravedad a sus arrugas. Era una mujer elegante, no lo voy a negar. Pero nunca me habían mirado con tanto desprecio.

-¿Dónde está Aloncito? -preguntó a boca de jarro.
-Señora Rodrigo, buenos días -respondió mi corredora calculando sus siguientes palabras-. Le presento a C.N., acaba de comprar el departamento de Alonso.
-Pues tendrían que habernos avisado que iban a vender este departamento -le increpó haciéndome ascos.

Sus setenta años me tenían entumecido, no lograba decidirme entre permanecer en silencio o mandarla a la misma mierda. Odié sus manos temblorosas, su gesto adusto, su boca arqueada.

-Sería conveniente que le expliques al señor C.N. que en este edificio vive gente bien -continuó.

Tenía la mirada puesta en mi cabello negro, largo y crespo.

-La señora Rodrigo es la presidenta de la Junta de Propietarios, C.N. -me explicó la corredora visiblemente avergonzada.

En ese momento un amigo que me estaba ayudando con la mudanza salió de una de las habitaciones gritando que ese sería su cuarto. Al verlo, los labios de la señora Rodrigo esbozaron una sonrisa malintencionada que la animó a dirigirse a mí:

-¡Ahhh! ¡Pero por qué no me contaste que habías comprado el departamento con tu amigo! -exclamó encantada.
-Bueno, en realidad… -intenté aclarar la situación pero me interrumpió.
-Deberían pintar la sala de color maracuyá -dijo señalando las paredes-, a mí me ha quedado divino en el estudio.

De pronto había dejado de ser un cholo de mierda para convertirme en un gay à la mode. La vieja pituca parecía feliz con la noticia. Posiblemente consideró de lo más chic tener una pareja gay en su edificio. O, por lo menos, pensó que ya tendría de qué hablar con sus amigas durante el té de los miércoles.

-Cuando quieran les muestro cómo he decorado mi departamento, les va a encantar -se despidió guiñándome el ojo.

Una vieja pregunta volvió a mi cabeza aquella tarde: ¿cuándo se jodió el Perú?

7 de mayo de 2009

Sexo porcino

-¿Y cómo te fue o te va con tu "gringa"? -me escribe una amiga.
-Pues todo bien. Ahora está en Cusco pero hemos quedado en vernos cuando regrese.
-Entonces las cosas van mejor de lo que imaginaste. ¿Ves? ¡Te complicas mucho antes de tiempo! -me llama la atención.
-Lo siento, no puedo evitarlo.
-¿Salieron ese viernes que hablamos?
-Sí, fuimos a bailar al Dragón.
-¿Y se quedó contigo?
-¡Hasta el desayuno!
-¡Qué bien! -celebra-. ¿Y adónde fueron a desayunar?
-A un hueco que me gusta en Barranco, ¿por?
-¿TAMBIÉN la llevaste a comer chicharrones?

Recién ahí caí en la cuenta de que hace menos de tres meses salí a bailar con esta misma amiga, terminamos en mi casa y, sí, TAMBIÉN la llevé a desayunar chicharrones a Barranco. Qué papelón.

-O sea, tu estrategia es un polvito con chicharrón –concluyó-. ¡Qué horror!

Como diría mi amigo Martín, soy un asno. Un asno desmemoriado.

5 de mayo de 2009

Pequeñas mentiras

Cuando niño, cada dos meses mi papá me llevaba al "Todos" de San Isidro -donde ahora funciona un Metro- en busca de "El Vengador", un tonto juego mecánico con forma de robot que se elevaba y se sacudía en medio de un gran despliegue de sirenas y luces intermitentes. Acabado el paseo, que con suerte podían ser dos, me decía como si acabara de ocurrírsele: "¿Por qué no aprovechamos para que te corten el cabello?". Y, así, siempre terminábamos en la Peluquería Montecarlo, ubicada en el primer piso, en la que un tipo con mandil blanco me amenazaba -tijeras en mano- con cortarme las orejas si no me quedaba bien quieto (si desean que no te muevas, ¿no es contradictorio que te hagan sentar sobre un caballo?).

Otras veces mi papá me decía para ir a comer unos tacos a "La Carcochita", la original, ubicada en Lince. Yo saltaba en el acto en su viejo escarabajo y durante todo el trayecto intentaba convencerlo de que me dejara pedir todas las cremas. Eso sí, apenas terminábamos de comer, decía: "Ya que estamos por acá, deberíamos aprovechar para visitar a tu abuela".

Y es que así eran las cosas con mi papá: siempre estaba dorándome la píldora.

Hace menos de una semana que se fue a los Estados Unidos. Dijo que se iba por tres meses a cuidar a mi sobrina. Yo temo que no va a regresar.

3 de mayo de 2009

Conclusiones del fin de semana

- No debí comprarme una cámara de fotos rosada.
- Tengo un gran problema con las mujeres.
- El martini es mi Kryptonita.
- Debo ahorrar para hacerme la vasectomía.
- Los chicos "cute" no vomitan en su primer día de clases.
- Ilsa debió quedarse con Rick.
- Mi autoestima necesita entrenamiento.
- La depresión está a la vuelta de la esquina.

2 de mayo de 2009

Casi

Al parecer la suerte sigue de mi lado: se suspendió el vuelo en parapente por viaje imprevisto de mi acompañante al sur. Prometió compensarme a su regreso y ni siquiera tuve que arriesgar mi vida.

Por lo demás, las cosas van bastante bien con ella. El miércoles volvimos a salir. Alega que soy "cute". Y yo sigo sin comprender por qué.

Es realmente una pena que se vaya del país en menos de dos semanas.

28 de abril de 2009

Por una mujer

- Me peleé con todos los chicos de mi barrio.
- Leí “La dama de las camelias”.
- Fui a misa durante ocho semanas.
- Estudié francés tres años.
- Vi en el cine “Un paseo por las nubes”.
- Me monté en una moto sin saber manejar (y me caí).
- Perdí un semestre en la universidad.
- Me matriculé en clases de yoga.
- Volví a fumar.

Pero siempre me dije: “Lanzarme en parapente, jamás”.

Salto este sábado. Qué débil eres, chico nube.

27 de abril de 2009

Comunicado

Se informa a los miembros de la comunidad nubetora que, por razones de fuerza mayor, durante los próximos días el autor de este blog renunciará a la búsqueda de un mínimo de creatividad, ingenio o humor negro en sus post.

Los trabajos continuarán hasta el sábado 2 de mayo, fecha en que la súbita y curvilínea alegría que viene afectando su proceso creativo parte de viaje.

Se agradece la comprensión y se pide disculpas por las molestias causadas.

El administrador.

24 de abril de 2009

Alumbrones

Un amigo me contaba que en Cuba los cortes de energía eléctrica son tan frecuentes que los cubanos dicen que en su país no hay apagones sino alumbrones.

Ayer caí en la cuenta de que en mi vida pasa algo muy similar: las alegrías son tan excepcionales que debería comenzar a decirles alumbrones.

Ya lo dijo Luis Hernández, “hay gentes que nacieron para la luz del día y hay otras que nacieron para un vago fulgor”.

21 de abril de 2009

Última salida

-¿Quieres ir a tomar algo? -me escribió mi ex el jueves.
-Siempre -bromeé.

Realmente me sorprendió su mensaje. No veía a Ximena desde el día del chifa y, de un tiempo a esta parte, se había encargado de hacerme saber que estaba molesta conmigo. Pero ahora me proponía encontrarnos en Miraflores a las nueve. Todo era muy extraño.

Llegó puntual, como nunca, y de buen humor. “No sabes las ganas de tomar que tengo”, fue lo primero que dijo. Propuse ir por unos pisco sours a un bar de Cantuarias y aceptó.

En toda la noche no habló de su novio salvo para decir que no la había llamado en dos días. La conversación se concentró en nosotros: en nuestra amistad, en lo que nos pasó. La noté sorprendida de mi actitud -distendida y socarrona- frente a las viejas historias. Ya no era ese chico que hablaba desde la herida, sino uno que no hacía más que reírse de ella.

Al cuarto pisco sour me di cuenta de que estábamos a un paso de cometer un error. Reconocí sus maneras, sus miradas, sus palabras. No había pasado tanto tiempo, sabía lo que vendría después. Pero una necesidad desconocida se apoderó de mí. Y, paralizado, me dejé llevar.

Supongo que algunos necesitamos volver al pasado una última vez para poder dejarlo definitivamente atrás.

20 de abril de 2009

Estimado Hitch:

Contra todo pronóstico, conocí a alguien el viernes. Una canadiense que recién regresa a su país la segunda semana de mayo.

Llamó mi atención desde un inicio: figura atlética, look "arty", cabello lacio y negro, y unos ojos preciosos. Me pareció tan guapa que cobardemente decidí esconderme en el otro extremo de la fiesta en la que estábamos. Mi pesimismo se había impuesto una vez más.

Sin embargo, lucía aburrida. Desde mi rincón podía ver cómo los chicos desfilaban por su lado obligándola a cambiar constantemente de grupo. Yo, por el contrario, aunque sin quitarle la vista de encima, andaba de lo más divertido con una pareja de amigos.

En algún momento terminamos en el mismo grupo. Cuando la tuve cerca no pude evitar sonreírle nerviosamente.

-¿Cuánto tiempo llevas en Lima? -le pregunté.
-Casi seis meses -me sorprendió-. Este mes acaba mi pasantía.
-Pues es una pena que recién te conozca -le dije. Ella asintió.

Dos personas más se acercaron y nos quedamos en silencio mirándonos fijamente. Al rato, estallamos en risas. Era evidente que teníamos ganas de seguir hablando.

-Deberías apuntar mi número -me dijo finalmente.

Uno de los tipos que estuvo tras de ella toda la noche se ofreció a llevarla a casa antes de que yo atinara a ofrecerme. Nos despedimos con la firme promesa de juntarnos esta semana.

Sé que no he sido un buen alumno, Hitch. Suelo ignorar tus consejos y hacer exactamente lo opuesto a lo que me recomiendas en cada oportunidad. Lo que pasó el jueves con Ximena es el mejor ejemplo. Y siempre echo todo a perder. Pero esta vez te prometo seguir al pie de la letra todas tus indicaciones. Aún no sé dónde llevarla ni cuándo llamarla. En realidad no sé nada de nada. Salvo que no quiero perder la oportunidad de salir con esta chica.

Un abrazo,

C.N.

17 de abril de 2009

Menudo enemigo

Recuerdo pocas cosas de mi primera infancia: el puré de la abuela, un oso de peluche que me regaló mi madre, un viejo auto a pedales y unos LP de Menudo que estaban en el primer cajón de la mesa del teléfono de mi casa.

Yo odiaba a los Menudo, mis hermanas los idolatraban. Era una pesadilla: en pocos meses me habían cambiado por un grupo de adolescentes afeminados que parecían haberse apoderado de la radio, de la televisión y hasta de las paredes de mi casa.

-Esos Menudos son unos cojudos -les dije un día mientras veían un especial televisivo.
-Pero son más lindos que tú -respondió la menor sacándome la lengua.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Con sólo cuatro años estaba decidido a terminar con la Menudomanía del planeta. Cortaría la luz. Sí. Un apagón general sería suficiente para sacarlos de la televisión. Lo malo es que se me ocurrió hacerlo al pie de la letra.

“Voy a cortar a esos cojudos”, grité. Fui al escritorio, cogí unas tijeras y me dirigí al tomacorriente. Al primer contacto hubo una gran explosión que me hizo caer de espaldas. Felizmente todo no pasó de un gran susto: el cortocircuito había provocado un corte de luz que terminó salvándome la vida.

Conservé esas tijeras durante años. No todos los días David le gana a Goliat.

16 de abril de 2009

Extra

El Comercio informa: nace una niña engendrada con semen congelado durante 22 años. Su padre decidió congelar su esperma cuando tenía 16 años.

Eso es lo que yo llamaría un polvazo.

15 de abril de 2009

Milk

-¿Vamos a ver Milk? -le pregunto a una amiga.
-¿No ibas a invitar a tus papás?
-Sí, pero me arrepentí -le cuento apenado.
-¿Qué pasó?
-Es que luego de la cara que pusieron al ver mi nuevo corte de cabello -confieso-, van a pensar que estoy tratando de decirles algo.

7 de abril de 2009

Demencia

Mi abuelo ya no es ese hombre rudo y seco que pellizcaba mi brazo cuando me sorprendía jugando con las botellas de Cienfuegos que escondía bajo su cama, o a aquel otro que pasaba las tardes de domingo en su sillón, desafecto, oyendo las carreras de caballos en una radio portátil. Ahora mi abuelo es un hombrecito de plastelina -torpe, esquelético, jorobado- que regala curiosos saludos con su sombrero como si fuera un poste de luz. “Buenos días, Don Julio”, le digo. Pero mi abuelo permanece inmóvil e impasible en su saludo hasta que el recuerdo se desvanece.

Otras veces lo encuentro dando vueltas por la casa buscando una puerta sin cerrojo por donde escapar. Durante años se dedicó a detener personas y hoy es un prisionero de su familia y de sus fantasmas. A veces, cuando logra abrir la puerta, lo detengo y puedo adivinar en sus ojos unas ganas enormes de meterme un pellizco. Sólo que sus manos de papel maché ya no lo dejan.

Leía en estos días que un pueblo sin memoria es un pueblo sin identidad. Lo mismo sucede con los hombres: mi abuelo dejó de ser un hombre recio y tosco con aliento de caña para convertirse en un poste de luz.

3 de abril de 2009

Sin tetas no hay paraiso

Una amiga colombiana me cuenta que la última vez que estuvo en Lima un taxista le dijo: "señorita, usted habla igualito que en las novelas".

-Lindo, ¿no? -me dice.
-Mmm... -me sonrío.
-¿Qué pasa?
-Es que dados tus atributos -le explico-, debe haber recordado una novela en particular.

29 de marzo de 2009

Sábado negro

Regreso al departamento a las tres de la mañana, cansado y con media botella de ron encima. Intento, a oscuras, entrar a mi cuarto. Una pared se interpone. Saldo: hombre al suelo y un moretón en la frente.

...

Aventura culinaria en Gambas. Ordeno una causa, un arroz negro y un capitán. El coctel salva el almuerzo. Un amigo tiene menos suerte: "No tenemos chicha, éste es un restaurante gourmet", le dice un estirado mozo. Huachafos.

...

Recibo la Hora del Planeta con dolor de cabeza y vómitos. Ataque de migraña y apagón de rigor. Desperté en una camilla con un catéter en mi mano izquierda. Recién a medianoche me atreví a dejar la clínica. Y es que con esta suerte, nunca se sabe.

26 de marzo de 2009

Notas de enfermería

24 - 03 - 09

Mañana. Paciente adulto, apático, nubetor. Desorientado en tiempo, espacio y lugar. Médico de turno recetó ubicaína. Farmacia del hospital informó que medicamento está agotado desde el 14 de febrero. Madre del paciente se comprometió a adquirir genérico en balneario de moda.

Tarde. Paciente refiere tener náuseas. Culpó a un tal Jean-Paul Sartre. No se identificó ningún paciente con dicho nombre en el servicio. Serumista indicó que se trataría de un trastorno psicótico inducido por el consumo de literatura existencialista (sic). Se le administraron Condoritos.

Noche. Paciente se muestra erotizado. Sufrió una erección durante la aplicación del inyectable. Se solicitó al almacén el envío de preservativos para prevenir nuevos embarazos indeseados entre el personal de salud. Pene quedó en observación.

24 de marzo de 2009

Lunes de tos

Lunes: fiebre, migraña, malestar generalizado. Tos, tos, tos. Merecido final de estampas de luces intermitentes, persianas, sábanas blancas, humedad y cervezas.

La tarde avanza lenta como el otoño y, en la cima del dolor, me descubro profundamente inútil para entretenerme a mí mismo. Te extraño y no sé quién eres ni cuándo llegarás. Y el silencio hace más ruido que la televisión. Pero más: tos, tos, tos.

Por la ventana se ve el mar: opaco, verdinegro, soterrado. Mar limeño que esconde: que encubre // que retira a alguien o algo a lugar o sitio secreto // que incluye y contiene en sí algo que no es manifiesto a todos. Yo también escondo: agua salada de mis ojos.

19 de marzo de 2009

Los hombres son de Marte

-¿Qué pasó anoche? –me pregunta un amigo-. Te estuvimos llamando.
-Fui a la casa de P -murmuro avergonzado.
-¿De nuevo?
-… -me encojo de hombros.
-Pucha, compadre, te vas a meter en un lío. Corta eso antes de que el asunto se complique –me aconseja.
-Sí, lo sé.
-Piensa en el pobre tipo, piensa en ella, piensa en ti. Tú no eres esa clase de persona –me dice mirándome a los ojos-. Sé que no estás en un buen momento pero no pierdas la brújula.
-Tienes toda la razón.
-Míralo de este modo: con tantas mujeres en el mundo, ¿por qué meterse con esa? Puedes salir con cualquier otra chica -me anima-, ni que fueras un hongo.
-Gracias por tus consejos, compadre, en serio. Voy a tratar de hacer las cosas bien.
-Es lo mejor; por el bien de todos.

Asiento con la cabeza, sorprendido y orgulloso de mi amigo.

-Bueno, ahora sí, cuéntame -me dice.
-...
-¿Polvazo?

Hay hombres que nunca dejan de ser hombres.

18 de marzo de 2009

Cumbia

Hoy miércoles, hoy miércoles: Bareto y La Mente en el Sargento Pimienta. El que no va, multa.

Discúlpenme, hoy ando con ganas de cumbiar el mundo.

17 de marzo de 2009

Hard trick

-Apúrate, mi amiga te quiere conocer -dijo Cecilia antes de cortar.

Yo ya estaba a sólo unas cuadras de la discoteca, en Larco. Encontré a Cecilia bailando con una chica al lado de la barra. “Ella es Karen”, me la presentó guiñándome un ojo. La amiga era alta, callada y algo torpe. Y parecía interesada en cada cosa que yo dijera. Plancha quemada.

Otra chica se unió al grupo. Se llamaba Rocío y tenía una mirada coqueta. A la media hora, Cecilia nos sorprendería besándonos bajo la escalera que conducía a la pista de baile.

-Huevón, te traje para que te agarres a Karen -me dijo Cecilia sacándome a bailar.
-Pero tu amiga Karen no me gusta -protesté.
-¿Y por eso tenías que agarrarte a la cojuda esa?
-¿Y por qué no? -le dije riéndome.
-¿Sabes que?
-No, dime -le reté acercándome.
-Bésame, carajo.

Cecilia me jaló hacia ella intentando darme un beso pero logré contenerla.

-Mujer, ¿estás loca?
-O sea, a esa huevona sí la besas y a mí no.
-Puta madre, estás loca -concluí dejándola sola en la pista de baile.

Karen parecía interesada en mí. Cecilia quería vengar a la amiga besándome públicamente. Rocío aceptó irse de la discoteca conmigo.

Ahora que lo pienso, que tres chicas quieran algo conmigo en una misma noche es una posibilidad tan remota que, aunque hayan pasado casi cuatro años, merecía un post. Yo también sé ganar.

15 de marzo de 2009

Currículo

Mi primer amor tenía ocho años, la falda larga y los ojos chinos. Y sólo supo de mí un nombre en una lista.

Mi segundo amor vivía frente al parque, en una casa amarilla. Sólo nos dimos un beso.

Mi tercer amor me rompió el corazón demasiadas veces.

Mi cuarto amor me cambió por todos los chicos del mundo.

Mi quinto amor fue también el séptimo. Me dejó hace casi tres años.

Mi sexto amor sale con un chico de 23 años. Ella tiene 28.

Como los milagros, el amor parece ser patrimonio de tiempos pasados y remotos.

12 de marzo de 2009

El chico optimista

-¿Siempre tiendes tu cama antes de ir al trabajo? -me pregunta una amiga-, qué flojera.
-Supongo que muy en el fondo soy un optimista -respondo.
-... -se encoje de hombros intrigada.
-Es que si aún tiendo mi cama -le explico- es porque no he perdido las esperanzas de regresar a casa del brazo de alguna chica.

9 de marzo de 2009

Primera estación

Verano temperamental: húmero, barranquino, meón. Veranillo desafinado, inquieto y burlón.

También: verano de víctimas ausentes y mares verdinegros.

Verano adúltero, verano traidor.

5 de marzo de 2009

El escarabajo mandarín

El primer auto de mi papá fue un Volkswagen escarabajo de segunda, color rojo mandarín, que compró a inicios de los ochenta.

Guardo buenos recuerdos de ese auto: nuestros viajes cortos a Mala para comprar leche y fruta; los paseos al Parque de las Leyendas de los sábados; los desayunos en Lurín con toda la familia, con café y pan con chicharrón. Y mi padre repitiendo en cada trayecto: “Qué fiel es este carrito”. Y sí, pues, para qué comprarse un auto nuevo si su carrito era económico, ocupaba poco espacio y, en caso de avería, bastaba un empujón para ponerlo en marcha.

Pero ya lo dijo el cantante, nada dura para siempre. Un domingo de misa el auto desapareció. Se lo robaron de la puerta de la iglesia y a plena luz del día. Lo buscamos sin éxito durante semanas como quien busca una mascota extraviada. Al año, resignado, mi papá compró su segundo auto.

Casi diez años después, mi papá me despertaría con una gran noticia: “Acabo de encontrar mi Volkswagen”. Estaba sin motor en un taller de autos de Evitamiento, abandonado al lado de otros escarabajos.

-¿Seguro que es tu auto, papá? –pregunté.
-¿Crees que no reconocería mi propio auto? –sentenció.

El dueño del taller, un ex policía, nos pidió un peritaje para determinar que fuera el mismo vehículo. Mi papá replicó que sólo quería darle una buena mirada por dentro. “Te dije que éste era mi carrito”, me dijo sonriente como un niño desde el asiento del piloto. Y eso fue todo. Nos fuimos de ahí contentos, sin reclamos ni amenazas, en el cuarto auto de mi papá.

Hace un año compré un libro titulado “POLIS, visiones y versiones de Lima a inicios del siglo 21”, de Ediciones La Moderna. Curiosamente, entre sus fotografías hay una del escarabajo rojo de mi papá, estacionado en el mismo lugar donde lo dejamos. A parecer, el carrito fiel sigue esperando por él.

3 de marzo de 2009

El tamaño no importa

-¿Qué pasó con tu auto? -pregunto a un amigo al verlo llegar en taxi.
-Lo acabo de dejar en el taller -responde.
-¿Diagnóstico?
-Se le salió un tornillo al motor.

No importa el tamaño de la pieza, sino su funcionalidad.

27 de febrero de 2009

Mi vida sin ellas

Recapitulemos: chico, cuya ex cambió por otro, busca novia.

Durante el año que pasó, bajo esa premisa, salí con cuanta chica estuvo dispuesta a salir conmigo. A pesar de que cada cual, con su ritmo y con su estilo, supo aportar algo de color a mi nube, mi búsqueda resultó un completo fracaso. Andreíta y Sonia, sin proponérselo, fueron lo más parecido a una novia en aquellos días.

A comienzos de este año mi suerte pareció cambiar: (re)aparición de mi querida A. Le bastó una risa nerviosa para conquistarme. Pero se fue de mi lado antes de que pudiera atreverme a decir te quiero. Las vicisitudes de salir con alguien con historias sin punto final.

Ahora estoy a la deriva, dando tumbos. "Bumping into people", como diría mi amiga D. Involucrándome sin criterio con mujeres complicadas (de esas que provocan un balazo por la espalda) y con chicas con las que jamás me hubiese animado a pasar más de una noche. Al parecer, las únicas interesadas en mí. Y, sí, contradiciendo todo lo que escribí hace unos pocos meses. Todo por tener alguien a mi lado.

Éste es uno de esos días en los que quisiera comenzar todo de nuevo.

Cuchara de palo

Mis zapatos están brillantes. Los acaba de limpiar un chico que tenía las zapatillas llenas de barro.

Parece ser cierto: en casa de herrero, cuchara de palo. Que lo diga mi padre, que es psicólogo.

[Hace unos minutos decía: "en casa de herrero, cuchillo de palo". Como el Chapulín Colorado, nunca recuerdo bien cómo van los refranes. Gracias, Ninfa]

26 de febrero de 2009

Táctica y estrategia

-En mi oficina me quieren meter a un curso de gestión estratégica -le cuento a un amigo.
-¿A ti?
-Sí, ¿por qué te extraña tanto?

-Porque si no puedes ni manejar lo táctico, ¡menos lo estratégico! -se burla con admirable agilidad mental.

 

Sin duda, la lengua más rápida del oeste.

25 de febrero de 2009

Pobre niño

El lunes, mientras comía con una pareja de amigos en el Bembos, un niño de unos siete años comenzó a llorar desconsoladamente.

Tremenda rabieta la del niño: tiró su helado, pataleó, gritó. Sus tres hermanas mayores parecían no prestarle atención y estar concentradas en sus conos. Su mamá, por el contrario, visiblemente incómoda, cogió al niño del brazo y lo llevo al estacionamiento donde intentó hacerlo entrar en razón.

Nos burlamos, por supuesto. Cruelmente. Todo un despliegue de creatividad y mala leche. La conclusión final: ese niño necesita un buen sopapo.

Pero al salir descubrimos que el niño no lloraba sin razón: sus papás se iban a separar. No era justo, él quería vivir con los dos. ¿Por qué se tenían que separar? ¿Por qué él tenía que quedarse con su papá? Al parecer su madre acababa de darle la noticia. En un lugar público. Le hicieron la de Jerry Maguire, pensé.

Qué imbéciles podemos ser algunas veces.

23 de febrero de 2009

Sábado, 2:00 a.m.

-¿C.N.? -contesta Andreíta sin la impresión de haber estado durmiendo.
-Hola -balbuceo.
-¿Qué pasó?
-Nada, llamaba para saber cómo estabas.
-Yo estoy bien pero tú no pareces estarlo -me descubre.
-Bueno, no tanto...

De pronto se escuchan ruidos al otro lado de la línea. Una voz.

-¿Dónde estás? -pregunto.
-En casa de un amigo.

Esta vez los ruidos parecen reclamos.

-En realidad estoy en casa de mi enamorado -confiesa finalmente.
-Ah…
-Lo siento, estoy algo ocupada ahora.
-Me doy cuenta.
-Pero mañana tal...

Colgué. No tenía caso pedirle que viniera a pasar la noche conmigo. El olor y el sabor, sin duda, eran de otro.

20 de febrero de 2009

Marx lo sabe todo

"¿Puedo abusar de ti?", me dijo hace poco una chica con la que había salido a tomar unos tragos. Y yo, que nada tengo de machista, dije que sí.

Resultó ser una persona estupenda: inteligente y divertida. Sin embargo, al primer asomo de familiaridad entre nosotros, me apuré en aclararle que tenía varios rollos por resolver y prefería no involucrarme emocionalmente con nadie por ahora. Tan falso como cierto.

Me pregunto si mi problema con las mujeres es que no encuentro a la persona indicada o que no quiero encontrarla. Y es que no es la primera chica que dejo escapar sin razón aparente y, por el contrario, siempre termino apostando por chicas de perfiles controvertidos: mitómanas, ex novias de amigos, mujeres en proceso de separación o, peor aún, sin planes de separación. Como dice una amiga, no hay que ser Freud para concluir que las busco así inconscientemente, ya sea por justificar mis fracasos sentimentales, o por miedo a involucrarme y a salir herido de verdad.

Yo prefiero pensar que tengo mala suerte y que aún no encuentro a la persona adecuada. Aunque cada vez más tiendo a pensar que Groucho Marx tenía razón: nadie quiere ser miembro de un club que lo acepte a uno como miembro.

18 de febrero de 2009

I give up

Anoche recibí este mensaje de mi querida Andreíta:

"No sabes la alegría-nostalgia que sentí al ver la botellita de Biondi... el sonido que hace cuando lo sirves... el olor... el sabor... todo a ti".

Así quién puede ser malo.

14 de febrero de 2009

Amor consanguíneo

"El verdadero amor, en la medida en que excluya toda reciprocidad y toda recompensa, sólo se da en la vía consanguínea. Todo el resto es desvarío, ilusión o accidente", escribió Julio Ramón Ribeyro alguna vez.

Debe ser por eso que siempre me gustó mi prima.

13 de febrero de 2009

Irreversible

Cuando salí del baño, a medio vestir, ella seguía desnuda sobre el sofá donde minutos atrás habíamos hecho el amor con idéntico apremio al de dos adolescentes que exploran sus cuerpos por primera vez, arrojados y bulliciosos, indiferentes al sueño de los demás.

Sólo una hora antes, entre miradas coquetas y sonrisas nerviosas, ella había dejado asomar su ropa interior blanca mientras servía el café, inclinándose torpemente sobre la mesa en busca de algo, una cuchara, el azúcar o la cafetera, provocando en mí toda clase de imágenes prohibidas y culposas.

“¿Qué haces acá?”, me había dicho a mí mismo mientras tocaba el timbre de su casa pero ella me había recibido con un abrazo sabroso y un beso húmedo en la mejilla que agotaron en un segundo todas mis reflexiones.

Temprano, camino a su casa, ansioso y temeroso, no hacía más que pensar en que no es tan fácil como uno cree, eso de acostarse con la mujer de otro.

11 de febrero de 2009

Chico malo: Día 2

"Hola niño lindo. Mi querida amiga me dio tu número. ¿Qué planes para el fin de semana?", me escribió anoche la chica que conocí hace unas semanas en una discoteca. Decidí ignorarla.

-Uy, creo que te palteaste -escribió al rato provocándome.
-Vas a necesitar mucho más que eso -respondí finalmente.
-¿Y entonces por qué no me respondes?
-Porque estoy tocando guitarra con unos amigos.
-Qué interesante. Algún día me tocarás algo, me imagino.
-No lo dudes.
-Mmm, qué decidido.
-No: cansado de perder el tiempo. ¿Qué planes para hoy?

10 de febrero de 2009

Chico malo: Día 1

Salgo a almorzar con Ximena, mi ex. Ella propone ir por un ceviche pero vamos a un chifa.

Durante el almuerzo me habla de su trabajo, de su familia, de su novio por el cual me dejó hace más de dos años. No hago ningún esfuerzo por escucharla: las meseras usan tacos y minifaldas rojas.

Antes de que Ximena termine de almorzar pido un cenicero y enciendo un cigarrillo. Con la segunda pitada comienzo a toser.

Nos traen la cuenta: treinta soles. Saco mi tarjeta de crédito. “¿Tú invitas?”, me pregunta Ximena. “No”, respondo y tomo los quince soles que lleva en la mano.

En la puerta, aplasto una cucaracha.

8 de febrero de 2009

Breaking point

Soy el chico lindo al que nadie toma en serio. El boy scout. El niño bueno que lo entiende todo, que se ríe de sí mismo, que no guarda rencores. El amigo incondicional.

Me cago en ti, chico nube. Ser malo no debe ser tan difícil.

5 de febrero de 2009

Ella baila sola

Sabor y Control ruge en la tarima mientras una muchacha menuda y morena se divierte a mi lado. Es A, que baila y gira sin cesar cosechando miradas. Me sonríe y yo le sonrío, orgulloso y nostálgico, intentando seguir el ritmo de sus caderas.

Y le robo otro beso.

Ya estamos lejos del bochorno. La madrugada se filtra por el asiento del copiloto y se estrella contra el parabrisas. Todo va quedando atrás: postes, árboles, porteros, ascensores… Improviso un pijama para A y ella se ríe de mi mal gusto. Son casi las dos de la mañana. Hay que apurarse: a las ocho volvemos a ser amigos. Como antes. Lo siento, C.N.

Después de todo, ella baila sola.

2 de febrero de 2009

Mamá Concho

A mi abuela, la única mujer
mayor que he querido

Las luces de la avenida se encienden: deben ser las seis y media. Mamá Concho ha terminado de murmurar sus oraciones y, arrastrando sus patas de gorila, va camino a encender el televisor de la sala de estar. ¡Ay, Chavo!, se quejará sin darse cuenta de que cuatro indios han secuestrado sus viejos zapatos -víctimas inocentes de mi soledad- en los confines de la alfombra y el primer cajón de la mesa del teléfono.

Después decía: si sigues portándote así me voy a mi casa. Y yo bajaba a tomar leche en polvo con nata y chocolate en unos pocillos inmensos de porcelana blanca. No me dejes, Mamá Concho; no me dejes que hay apagón y papá todavía no llega. Y remojaba mi pan en su café de segunda mano, imitándola y sonriendo como un mono para que no dejes de quererme aunque Miguel se porte mejor que yo.

Cuéntame cómo es el ángel de la guardia que se esconde bajo mi cama, Mamá Concho. Tenía miedo: tres gatos se habían escondido en el balcón y me asustaron a la hora de dormir. Qué tonto fui, si bastaba con lavarse los pies para curarse del susto.

Mi hermana dice que Mamá Concho olía a bizcochos de chocolate con mantequilla pero, por más que lo intento, yo sólo consigo evocar un olor morado de mes de octubre y pies hinchados y te-regalo-una-pelotita-de-goma. Y también ese olor a jarabe y alcohol de la casa marrón de escaleras rojas y muebles de acero inoxidable donde fuimos a verte todos los primeros días del último verano.

Ahora el sol de veinte veranos es más fuerte y lo aprovechas para comer esos helados D’onofrio que ella no te dejaba comprar, niño travieso.

Lima, 1 de febrero del 2009

1 de febrero de 2009

Taller de competencias personales

-¿Cómo te definirías en una palabra? -me pregunta el facilitador del curso.
-Eeehhhh...
-Sólo una palabra -insiste.
-Bueno, quizá...
-Anímate C.N. -me apura.
-¿Reflexivo?
-Estupendo. Tú, Jorge, ¿cómo...
-Aunque... -lo interrumpo.
-Dime, C.N.
-...creo que tendría pensarlo un poco más.

Debí responder "bipolar".

30 de enero de 2009

El padrino

Soy ateo. No creo en Dios-padre-todopoderoso ni en Jesucristo-su-único-hijo-nuestro-señor. Tampoco en la vida eterna ni en la resurección de los muertos. Amén.

Pero mi ateísmo no es militante. Nunca lo ha sido. No está en mis planes convertir a nadie al camino de la desesperanza. Por eso, a pesar de mis múltiples reparos, terminé aceptando el pedido de mi hermana para que yo sea el padrino de bautizo de Gonzalo, mi sobrino.

-¿Renuncias a Satanás, padre y autor del pecado? -preguntó el sacerdote.
-Sí, renuncio -respondí con mi sobrino en brazos.
-¿Renuncias a sus obras? -insistió.
-Renuncio -repetí.
-¿Renuncias a sus seducciones?
-Renuncio.

Gonzalo estaba particularmente inquieto ese día. Con menos testigos hubiera terminado ahogándolo en la pila bautismal. Lo peor es que por cuidar que no rompiera nada, no lograba prestar atención a lo que iba diciendo el padre.

-¿Aceptas a Cristo como el único salvador? -preguntó finalmente el cura.
-Renuncio, padre -respondí automáticamente y en voz alta.

Todos se quedaron en silencio y la madrina me lanzó una mirada de odio: había arruinado el video. Felizmente el cura dejó escapar una sonrisa y continuó.

"Ateo tenías que ser", me susurró mi hermana al oído.

29 de enero de 2009

Dear A

Casi nueve días sin verte, dormilona. La suerte no hace más que jugarnos en contra.

Espero que mañana podamos tomarnos ese café. Y todo lo demás, también.
La alegría no es sólo brasileña.

Un besote,
C.N.

28 de enero de 2009

¡Ay!

-¿Y esa carita? -me pregunta mi secretaria.

-Me acaban de poner otra inyección -respondo acongojado.

-¿De nuevo?

-Sí, ya van dos y hasta ahora me duele la de ayer -me quejo.

-Pobre -se lamenta por mí.

-Lo peor de todo es que mañana me toca la tercera...

-...

-...y ya se me acabaron las nalgas.

26 de enero de 2009

Cosas de niños

-¿Has venido solo, niño lindo?

El viernes desperté con un ligero dolor en la garganta. La noche anterior se me ocurrió ir al cumpleaños de un amigo en bicicleta y el frío de la madrugada me había jugado una mala pasada. Aquel día en la oficina no hice más que contar los minutos que faltaban para irme a casa, pero a las seis de la tarde una amiga propuso ir por unas cervezas y, sin pensarlo mucho, acepté. Tomamos seis cuzqueñas medianas entre cuatro personas. No eran ni las nueve de la noche cuando nos despedimos.

-No, he venido a buscar a Carla.

Llegué a casa con la intención de ver una película y acostarme temprano. Suficientes malas noches en una semana. Además, había quedado con unos amigos en ir a tomar desayuno al día siguiente. "Un buen duchazo, un vaso de whisky y a la cama", me dije.

-Vas a tener que pasar control de calidad, niño.

"Mierda", renegué. La botella de Chivas estaba vacía y no había otra cosa en casa. Ansioso, volví a cambiarme y tomé un taxi a un bar en Miraflores. La noche empezaba a perder sentido.

-¿Con todas o sólo contigo?

Terminando el tercer vaso, recibí un mensaje de mi amiga Carla. "Rescátame, por favor", decía. Unas amigas la tenían secuestrada en una discoteca y no sabía cómo escapar. "Paso por ti camino a mi casa", le respondí mientras pedía otra ronda y la cuenta.

-Conmigo, niño lindo. Un beso y te dejo tranquilo.

Encontré a Carla rodeada por tres amigas y varias cubetas de hielo con vodka. Eran casi las cuatro de la mañana y quedaban pocas parejas en la pista de baile. Una de sus amigas me abordó antes de que pudiera saludarla.

-Voy a tener que debértelo -respondí con una sonrisa tímida.
-No le hagas caso, C.N. -intervino Carla-. Todas estas idiotas están borrachas.
-Ya veo -asentí-. Bueno, me tomo algo y nos vamos.

No debí hacerlo. Al segundo vaso de vodka mi garganta comenzó a molestarme de nuevo. En cuestión de minutos mi voz se encogió hasta desaparecer. “Vámonos Carla”, carraspeé finalmente.

-Te salvaste, niño lindo -se despidió la amiga.

Llegué a mi casa casi a las ocho de la mañana del sábado. No tenía ganas de dormir ni de desayunar con mis amigos. Cogí mi celular y escribí a A:

-Ya estoy despierto, ¿quieres ir a tomar desayuno conmigo?
-No puedo, niño –me respondió llamándome como lo hace siempre-. Pero sigo con ganas de ver ese nuevo corte de cabello. ¿Tan niño se te ve?

22 de enero de 2009

Los debutantes

-Estoy mal -dijo Rebeca por teléfono.
-¿Dónde estás? -pregunté.
-En Chaclacayo.

Rebeca sufría de una rara enfermedad que le producía severas e imprevisibles crisis. A sus diecisiete años había tenido más de una decena de ingresos por emergencia. Si decía estar mal, era mejor ir a buscarla.

Llegué a Chaclacayo a las cinco de la tarde, antes de que oscurezca. Me tomó una hora y media el viaje desde mi casa en micro. Rebeca y sus amigas de la universidad habían ido a pasar el día en un club al que yo solía ir con mi familia, así que no tuve problemas en encontrarla. Estaba en el sector de la piscina recostada en una silla plegable. La amiga que la acompañaba, que aparentaba ser algo mayor que nosotros, sonrió al notar que llevaba puesto el buzo de mi colegio.

-¿Cómo te sientes? -pregunté preocupado.
-Mejor pero necesito descansar.
-Espérenme aquí -dijo la amiga-. Voy a conseguir una habitación.

A los diez minutos regresó con la llave del bungalow 104. Rebeca se incorporó con dificultad y caminó despacio hasta la habitación cogida de mi brazo. Adentro, se dejó caer sobre la cama, convaleciente.

-Rebeca, tengo que irme -dijo de repente la amiga-. Es tarde.
-No te preocupes, yo dejo la llave en recepción -respondió Rebeca con una mirada cómplice.

Recién en ese momento comprendí la situación. Cuando quedamos a solas me acosté a su lado y, nervioso, comencé a desnudarla por primera vez.