-Doctor, ¿qué tal mis pruebas? ¿ingresé? -no pude evitar la broma.
-Veamos -dijo el médico sin esbozar sonrisa-: hematíes, bien; hemoglobina, bien; hematrocitos, bien...
Yo no entendía nada de lo que hablaba pero me sonaba esperanzador.
-Leucocitos, 5,730 -siguió-; eosinófilos, 9%...
Aquí se detuvo un momento. Garraspeó. Luego siguió leyendo. Yo morí y volví a nacer en ese breve lapso.
-Basófilos, blastos, mielocitos, metamielocitos: todos cero -continuó.
-Pobres, los van a castigar -volví a bromear.
Pero al médico no parecían hacerle gracia mis comentarios.
-Abastonados, segmentados, monocitos, linfocitos: correcto -concluyó-. Todo parece andar bien.
"¡¡¡Estoy cureeedo!!!", grité para mis adentros para no enojar más al médico. Podría recetarme un supositorio en venganza.
-Más bien, el resultado de la otra prueba sobre enfermedades infecciosas ha salido "indeterminado" -agregó luego.
-¿Indeterminado? -me encogí de hombros con la sensación de haber sido traicionado por la ciencia.
-Quédate tranquilo, es probable que no sea nada. De todas maneras, te estoy recetando unas pastillas por unos días.
-¿Por tiempo indeterminado? -pregunté con mala leche.
-No, por diez días -respondió muy serio-. Y también vas a tomar ACI-TIP.
-¿Qué es eso?
-Un antiácido -me explicó con una sonrisa burlona.
El tratamiento resultó menos duro de lo que temí. En todo caso, ya saben a quien culpar si empiezo a escribir distinto.