30 de enero de 2009

El padrino

Soy ateo. No creo en Dios-padre-todopoderoso ni en Jesucristo-su-único-hijo-nuestro-señor. Tampoco en la vida eterna ni en la resurección de los muertos. Amén.

Pero mi ateísmo no es militante. Nunca lo ha sido. No está en mis planes convertir a nadie al camino de la desesperanza. Por eso, a pesar de mis múltiples reparos, terminé aceptando el pedido de mi hermana para que yo sea el padrino de bautizo de Gonzalo, mi sobrino.

-¿Renuncias a Satanás, padre y autor del pecado? -preguntó el sacerdote.
-Sí, renuncio -respondí con mi sobrino en brazos.
-¿Renuncias a sus obras? -insistió.
-Renuncio -repetí.
-¿Renuncias a sus seducciones?
-Renuncio.

Gonzalo estaba particularmente inquieto ese día. Con menos testigos hubiera terminado ahogándolo en la pila bautismal. Lo peor es que por cuidar que no rompiera nada, no lograba prestar atención a lo que iba diciendo el padre.

-¿Aceptas a Cristo como el único salvador? -preguntó finalmente el cura.
-Renuncio, padre -respondí automáticamente y en voz alta.

Todos se quedaron en silencio y la madrina me lanzó una mirada de odio: había arruinado el video. Felizmente el cura dejó escapar una sonrisa y continuó.

"Ateo tenías que ser", me susurró mi hermana al oído.

29 de enero de 2009

Dear A

Casi nueve días sin verte, dormilona. La suerte no hace más que jugarnos en contra.

Espero que mañana podamos tomarnos ese café. Y todo lo demás, también.
La alegría no es sólo brasileña.

Un besote,
C.N.

28 de enero de 2009

¡Ay!

-¿Y esa carita? -me pregunta mi secretaria.

-Me acaban de poner otra inyección -respondo acongojado.

-¿De nuevo?

-Sí, ya van dos y hasta ahora me duele la de ayer -me quejo.

-Pobre -se lamenta por mí.

-Lo peor de todo es que mañana me toca la tercera...

-...

-...y ya se me acabaron las nalgas.

26 de enero de 2009

Cosas de niños

-¿Has venido solo, niño lindo?

El viernes desperté con un ligero dolor en la garganta. La noche anterior se me ocurrió ir al cumpleaños de un amigo en bicicleta y el frío de la madrugada me había jugado una mala pasada. Aquel día en la oficina no hice más que contar los minutos que faltaban para irme a casa, pero a las seis de la tarde una amiga propuso ir por unas cervezas y, sin pensarlo mucho, acepté. Tomamos seis cuzqueñas medianas entre cuatro personas. No eran ni las nueve de la noche cuando nos despedimos.

-No, he venido a buscar a Carla.

Llegué a casa con la intención de ver una película y acostarme temprano. Suficientes malas noches en una semana. Además, había quedado con unos amigos en ir a tomar desayuno al día siguiente. "Un buen duchazo, un vaso de whisky y a la cama", me dije.

-Vas a tener que pasar control de calidad, niño.

"Mierda", renegué. La botella de Chivas estaba vacía y no había otra cosa en casa. Ansioso, volví a cambiarme y tomé un taxi a un bar en Miraflores. La noche empezaba a perder sentido.

-¿Con todas o sólo contigo?

Terminando el tercer vaso, recibí un mensaje de mi amiga Carla. "Rescátame, por favor", decía. Unas amigas la tenían secuestrada en una discoteca y no sabía cómo escapar. "Paso por ti camino a mi casa", le respondí mientras pedía otra ronda y la cuenta.

-Conmigo, niño lindo. Un beso y te dejo tranquilo.

Encontré a Carla rodeada por tres amigas y varias cubetas de hielo con vodka. Eran casi las cuatro de la mañana y quedaban pocas parejas en la pista de baile. Una de sus amigas me abordó antes de que pudiera saludarla.

-Voy a tener que debértelo -respondí con una sonrisa tímida.
-No le hagas caso, C.N. -intervino Carla-. Todas estas idiotas están borrachas.
-Ya veo -asentí-. Bueno, me tomo algo y nos vamos.

No debí hacerlo. Al segundo vaso de vodka mi garganta comenzó a molestarme de nuevo. En cuestión de minutos mi voz se encogió hasta desaparecer. “Vámonos Carla”, carraspeé finalmente.

-Te salvaste, niño lindo -se despidió la amiga.

Llegué a mi casa casi a las ocho de la mañana del sábado. No tenía ganas de dormir ni de desayunar con mis amigos. Cogí mi celular y escribí a A:

-Ya estoy despierto, ¿quieres ir a tomar desayuno conmigo?
-No puedo, niño –me respondió llamándome como lo hace siempre-. Pero sigo con ganas de ver ese nuevo corte de cabello. ¿Tan niño se te ve?

22 de enero de 2009

Los debutantes

-Estoy mal -dijo Rebeca por teléfono.
-¿Dónde estás? -pregunté.
-En Chaclacayo.

Rebeca sufría de una rara enfermedad que le producía severas e imprevisibles crisis. A sus diecisiete años había tenido más de una decena de ingresos por emergencia. Si decía estar mal, era mejor ir a buscarla.

Llegué a Chaclacayo a las cinco de la tarde, antes de que oscurezca. Me tomó una hora y media el viaje desde mi casa en micro. Rebeca y sus amigas de la universidad habían ido a pasar el día en un club al que yo solía ir con mi familia, así que no tuve problemas en encontrarla. Estaba en el sector de la piscina recostada en una silla plegable. La amiga que la acompañaba, que aparentaba ser algo mayor que nosotros, sonrió al notar que llevaba puesto el buzo de mi colegio.

-¿Cómo te sientes? -pregunté preocupado.
-Mejor pero necesito descansar.
-Espérenme aquí -dijo la amiga-. Voy a conseguir una habitación.

A los diez minutos regresó con la llave del bungalow 104. Rebeca se incorporó con dificultad y caminó despacio hasta la habitación cogida de mi brazo. Adentro, se dejó caer sobre la cama, convaleciente.

-Rebeca, tengo que irme -dijo de repente la amiga-. Es tarde.
-No te preocupes, yo dejo la llave en recepción -respondió Rebeca con una mirada cómplice.

Recién en ese momento comprendí la situación. Cuando quedamos a solas me acosté a su lado y, nervioso, comencé a desnudarla por primera vez.

21 de enero de 2009

Poemas Underwood [extracto]

Yo no soy un gran hombre -yo soy un hombre cualquiera que ensaya las grandes felicidades.
Pero la felicidad no basta a ser feliz.
El mundo está demasiado feo, y no hay manera de embellecerlo.
Sólo puedo imaginarlo como una ciudad de burdeles y fábricas bajo un aletazo de banderas rojas.
Yo me siento las manos delicadas.
¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada.
O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros.
Tú no tienes las orejas demasiadas grandes.
Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con perfección.
Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventuras como peces.
Pero ¿a donde iría yo?.
El mundo me es insuficiente.
Es demasiado grande, y no pudo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero.
La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más...
Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.
El puerto, lleno de niebla, está demasiado romántico.
Citeres es un balneario norteamericano.
Las yanquis tienen la carne demasiado fresca, casi fría, casi muerta.
El panorama cambia como una película desde todas las esquinas.
El beso final ya suena en la sombra de la sala llena de candelas de cigarrillos. Pero está no es la escena final. Pero ello es por lo que el beso suena.
Nada me basta, ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección, satisfacción, deleite.
Martín Adán
[Desde que vi la exposición de Polanco sobre "La casa de cartón", hace una semana, no he podido quitarme este poema de la cabeza]

20 de enero de 2009

Segunda

El sábado volví a ver a A. Fue a mi encuentro en un bar del centro de Lima donde yo estaba con unos amigos. Nos dieron las tres de la mañana en ese lugar, entre historias y botellas de cervezas. Luego, en grupo, nos fuimos a Miraflores a comer algo.

En el taxi de regreso a su casa, volvimos a besarnos. Eran casi las cinco de la mañana y comenzaba a aclarar. Nos despedimos con un largo beso y la promesa de volver a vernos esta semana, con más tiempo.
Acaba de escribirme, preocupada por los grillos en mi oído. Y yo empiezo a creer que voy a acostumbrarme muy fácilmente a todo esto.

18 de enero de 2009

Sonidos del sistema

Salí del Sargento a las dos y media de la mañana, confundido entre el mar de universitarios que había dominado la pista de baile. Un vez más, estaba solo y con varias cervezas encima.

Comí una hamburguesa en Piérola y caminé hacia Grau. A pesar de haber saltado todo el concierto no me sentía cansado. Por el contrario, estaba eufórico y con ganas de bailar hasta que sea hora de ir a la oficina. Además, no sería mi primera vez. Al final, felizmente, el sentido común me llevó a casa a dormir.

A la mañana siguiente me despertó un coro de grillos. Tardé varios minutos en comprender la situación: tenía los oídos inflamados. Ni una buena ducha ni un desayuno abundante pudieron contra el zumbido. Por la tarde el ruido interior recorría mi cabeza, titilante. A la noche, era como si dos conchas marinas se hubiesen apoderado de mis orejas.

-En tu borrachera te debes haber acercado demasiado al parlante -me resondró un amigo médico.
-¿Qué puedo hacer? -pregunté apenado.
-Nada, sólo esperar. Con suerte desaparece en unos días.

"Con suerte", justo aquello que no suelo tener. Esta clase de daño parece ser del tipo que la ciencia médica aún no ha logrado resolver. Y no desearía ser un número más en su inútil estadística.

Bipolar, miope y, ahora, sordo. Buena manera de comenzar el año.

14 de enero de 2009

Marea baja

Hace menos de un mes me declaré deprimido y al borde de nueva una crisis emocional. Pero, de pronto, todos mis demonios parecen haberse silenciado. Estas últimas semanas han sido dulces y refrescantes como una brisa de verano.

Me preocupa: el mar se retira de la orilla antes de la llegada del tsunami.

12 de enero de 2009

La que no fue

Lo que me vengo a enterar el fin de semana:

-Oye, ¿es verdad que la amiga de Mili te echó el ojo?- me dice Tatiana.
-¿Cuál amiga? -pregunto sorprendido.
-La morena que llevó al cumpleaños de Marco.
-¿En serio?
-Eso me dijo Mili. ¿No te diste cuenta?
-No… -respondo apenado.
-Pero si dice que te coqueteó toda la noche.
-… -me encojo de hombros.
-Es más, según me dijo, la tipa hasta le pidió al taxista que deje primero a Mili, luego a ti y al último a ella. ¡Y ella era la que vivía más cerca!
-Dijo que no quería llegar tan temprano a su casa.
-¿Y quería hacer tiempo en la tuya? -me dice Tatiana y lanza una carcajada.

Debo confesar que la chica en cuestión me pareció guapísima pero no me atreví a lanzarme por miedo a rebotar. Sólo al momento de tomar el taxi pensé que podía tener una oportunidad con ella pero alguien propuso ir a comer algo en grupo y ya no pudimos estar a solas. De puro tímido, no conseguí ni su teléfono.

Las oportunidades que dejan escapar una personalidad introvertida y una baja autoestima.

11 de enero de 2009

De la selva su aguaje

Saliendo de mi oficina un cartel llama mi atención: "Helados de aguaje". Sin dudarlo, corro a comprar uno.

 

-¿Siempre tiene estos helados, señora? -indago mientras la vendedora me entrega mi vuelto.

-Sí, joven. Todo el verano.

-Estupendo -celebro.

-Pero no debería comer mucho aguaje, joven -me dice muy seria.

-¿Por qué? ¿hace daño? -pregunto preocupado.

-Puede causar homosexualidad.

 
Yo pensé que sólo causaba diabetes.

9 de enero de 2009

Esto me pasa por bocazas

-Me gusta mucho tu depa -me dijo A el sábado.
-Pues vete acostumbrando a él.
-Qué listo -respondió divertida-. Cuántas otras chicas también se habrán acostumbrado, ¿no?
-No muchas -sonreí.
-¿Seguro? ¿Y Andreíta? ¿la chica termo? ¿la ex de tu amigo?
-Pequeña -le susurré al oído.
-Dime...
-¡Deja de leer mi blog!

[Los días del Chico Nube parecen estar contados. Ya saben a quién culpar]

8 de enero de 2009

Good Vibrations

Acabo de descubrir que un paseo en bicicleta a las seis de la tarde por el malecón se parece mucho a la felicidad.


Good, good, good, vibrations…
I'm pickin' up good vibrations…

Perras del hortelano

Luego de varios meses de silencio, Andreíta reaparece y propone salir a tomarnos algo. Ximena, mi ex, también me escribe para ir a almorzar cualquiera de estos días. Otra amiga, la ex de mi mejor amigo, me ha dicho para vernos el próximo viernes.

Justo ahora.

Perras del hortelano. No comen ni dejan comer.

7 de enero de 2009

Navidad en el sofá

Una vez más recibí la Navidad en casa de mis papás. Siguiendo la tradición familiar cenamos, rezamos (rezaron, en realidad), brindamos, repartimos los regalos y nos fuimos a dormir. Todo bien. Salvo que a mí me tocó dormir en el sofá de la sala. Y es que el mismo día que me mudé mis papás convirtieron mi habitación en sala de televisión: regalaron mi cama, arrancaron los posters, pintaron las paredes, cambiaron las cortinas y compraron un televisor de 27''. No quedó ni rastro de mí.

 

Ayer una amiga me contaba que, cuando dejó su casa, sus papás convirtieron su habitación en un santuario: mantienen sus peluches, muñecas, fotos y cuadros en perfecto orden, como esperando por ella. Su hermanita, que tiene un cuarto más pequeño, se muere por ocuparlo pero sus papás no la dejan. "Es la habitación de tu hermana mayor", le dicen.

 

He descubierto que la mayoría de mis amigos que se han independizado, con excepción de los casados, aún conserva su cuarto por si se decide regresar.

 

Yo sólo podría volver a un sofá que todavía no terminan de pagar.

5 de enero de 2009

Cuando C.N. conoció a A

Cuando conocí a A, yo era sólo uno niño de ocho años al que no le interesaban las niñas. Y no le presté mayor atención. Recién años después nos hicimos amigos. Buenos amigos. Pero perdimos contacto.


El día que volvimos a vernos, la invité a salir. Ambos ya estábamos en la universidad. Era lindo amanecer en su cocina besándonos en silencio. Sólo que acababan de romperme el corazón. Y volvimos a separarnos.


Dos años después A me llamó para invitarme a su boda. De regalo le compré un horrible juego de vajilla. Ximena, mi ex, me acompañó a la fiesta.


Luego A tuvo un hijo y, al poco tiempo, se separó de su esposo. Yo también me quedé solo. Para aquel entonces ya éramos amigos entrañables. Y cada uno siguió su camino.


Ahora yo vivo solo y ella aún en casa de sus padres, con su hijo y su ex esposo. Aunque lo de "ex" es relativo pues nunca terminó el proceso de divorcio y comparten el mismo techo.

Hace unos meses salimos a tomar un café. Y hemos seguido viéndonos hasta este fin de semana en que, después de besarnos, me dijo que lo nuestro era una relación imposible dadas las circunstancias. Cuando me lo dijo recordé a Richard Gere diciéndole a Julia Roberts: "My special gift is impossible relationships".

4 de enero de 2009

De regreso a casa

Ha sido un viaje intenso. Once días recorriendo el país en todas sus dimensiones: campos, ríos, bosques, montañas y playas. Visitando pueblos olvidados por el progreso, así como otros tantos de los que sólo quedan algunos vestigios. Días pasando frío, calor y hambre. Tomando aguardiente y cerveza, lejos de la civilización y de los grandes hoteles. Compartiendo. Contemplando estrellas. Soñando con ellas.

Del viaje sólo me traje algunas fotos y una orquídea sin flor. Y las ganas de arriesgar una vez más. Porque esos últimos días frente al mar descubrí que lo único que me hacía falta para ser feliz eras tú, querida A.

Por eso ayer te escribí apenas pude. Te pregunté si tenías planes, si querías salir a tomar algo conmigo. Dijiste que sí, me viniste a buscar y fuimos a un bar. Luego, ebrios, regresamos al departamento. Y te besé. Y tú me besaste. Pero a las cinco de la mañana una alarma te recordó que no debías estar aquí y que te esperaban en casa.

Una vez más, nos tocó perder.