25 de septiembre de 2008

Cerca de la revolución

Me quedé dormido, he llegado a mi oficina casi a las 10 de la mañana. Felizmente Lima es una lágrima y ante cualquier retraso uno puede excusarse con un simple: "Lo siento, el tráfico está imposible". Es la coartada perfecta. Mi jefe, como supuse, ni se inmutó.

No recuerdo una Lima tan intransitable. Ni en las peores épocas del terrorismo. Como si no bastaran las improvisadas obras de Sedapal, el cierre del carril central de la Vía Expresa, los semáforos malogrados, las combis asesinas, los mototaxis que nunca frenan en los cruces, los peatones suicidas, las rejas, los huecos y los rompemuelles, nuestras autoridades han decidido reparar todas las calles al mismo tiempo. Cierres que se ejecutan todos los días y que pueden durar varios meses. El caos vehicular generado es de tal magnitud que dudo que esta ciudad siga siendo la misma una vez concluidos los trabajos. Y es que el limeño promedio, tímido y pusilánime por excelencia, empieza a despertar -por fin- sus peores demonios. El caos comienza a internalizarse.

Ayer vi a un tipo voltear a la izquierda en una avenida principal, donde estaba prohibido, en la cara de una mujer policía. Ella se hizo la desentendida y siguió conversando por su RPM [por cierto, ¿a quién se le ocurrió la genial idea de darles celulares? ¿pensaron que iban a coordinar el tráfico en lugar de comentar la novela?]. Más adelante, en la Vía Expresa, el conductor de mi taxi decidió evitarse la cola de autos y se metió al carril central que aún no se estrena. Cuatro taxis más lo siguieron. Me contó que ahora siempre se mete en contra cuando ve congestión vehícular porque la policía nunca lo detiene. Y si lo multa, pues no paga. Un amigo me contó algo parecido: lo detuvieron el sábado por manejar en contra y él argumentó que pensó que se trataba de un desvío. El policía lo dejó ir. La mejor hasta ahora: "Baja paradero prohibido", que escuché gritar al cobrador de una combi en la que viajaba hace un par de días.

Debo confesar que las bocinas de los autos han dejado de molestarme. Han hecho surgir el anarquista que llevo dentro. Cuando las oigo, recuerdo a Charly.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una mierda el tránsito de esta ciudad.

Cuanto más conozco Lima, más adoro mi habitación.

Fantasía en el Puerto 16... dijo...

y pensar que toda esta pesadilla es para maquillar un poco a lima para la visita de los presidentes del apec. algunas pistas no han aguantado.

Heriditas dijo...

que no es kaos!!!
ya te adaptaste a la contaminación acústica y demás.....

El Chico Nube dijo...

Una mierda todo, mi estimado Raulín. Y, como dice Fantasía, todo por impresionar a los visitantes del APEC. Como cuando se arregla el baño de la casa para recibir una visita importante, mientras tu cuarto se cae a pedazos.

Ojalá pudiera adaptarme a otros cambios, Heriditas. No sabes lo difícil que me está resultando.