25 de agosto de 2008

Ex-dependiente

Ayer almorcé con mi ex. Me llamó temprano para pedirme que por favor la ayude con un proyecto que tenía que presentar hoy a primera hora. En retribución su mamá me prepararía un riquísimo chupe de camarones. Así que, a pesar de los justificados reclamos de mi familia (a la que sólo veo los domingos), terminé pasando el día en casa de Ximena.

Es curiosa la relación de dependencia emocional que tengo con mis ex. No puedo alejarme de ellas por mucho tiempo y me es casi imposible guardarles una pizca de rencor a pesar los culebrones que he tenido que atravesar con más de una. Creo que abrir completamente el corazón a alguien supone un esfuerzo tan grande para mí que ya nunca lo puedo volver a cerrar. Debe ser por eso que las quiero y las extraño tanto. Y ellas también lo hacen (aunque temo encontrar cierta condescendencia en algunas de ellas por la forma en que me dejaron).

Parte de la conversación del almuerzo fue Sonia. Ximena me preguntó si estaba saliendo con alguien y no encontré ninguna razón para decirle que no, como otras veces. Me sentí bien de no tener nada qué ocultar y creo que ella se sintió agradecida de que no me presentara tan hermético como lo he sido desde que terminamos. De alguna forma esta conversación saldó muchas de las dudas que manteníamos sobre poder llevar a buen puerto una amistad (más allá de las buenas intenciones). Además, es la primera vez en casi dos años que no me siento disminuido a su lado debido a todo lo que pasó.

Me tranquiliza notar que, así las cosas con Sonia no se den como yo quisiera (pues aún es demasiado pronto para saberlo y el pesimismo es mi bandera), el solo hecho de andar tan excitado con la situación me está ayudando a resolver parte de los conflictos internos que venía arrastrando desde mi última rúptura.

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